La araña
«Y en el centro puntual de la maraña, otro prisionero, Dios, la araña.»
Después de escuchar esa frase de Borges, me sentí inclinado a reflexionar sobre la Ley de Polaridad y el fenómeno de la creación en general.
Como la inclinación no era tan grande como para hacerme tropezar y caer en las trampas habituales del pensamiento lógico, decidí fritar un panqueque que había sobrado de los canelones que había hecho el día anterior y tomar un desayuno continental antes de enfrentarme al teclado, a mi mismo y a las fuerzas que constituyen y tal vez hasta dirigen este maravilloso universo.
Ahora sí, entonces, con el estómago entretenido ya en el cumplimiento de sus funciones digestivas, puedo comenzar a tratar el tema.
Nota: bien dice la sabiduría popular italiana: «Primo mangiare, dopo filosofare. »(Primero comer, después filosofar).
La Ley de Polaridad afirma que todo tiene dos polos, que cualquier cosa que exista debe tener un opuesto que justifique su existencia.
Podemos comprobar la veracidad de esta ley al ver que es imposible concebir la luz sin la oscuridad, la derecha sin la izquierda, lo alto sin lo bajo, etc.
Amparándome en esta sabiduría, y aplicándola a la frase de Borges que originó este comentario, deduzco que para que alguien sea prisionero tiene necesariamente que haber sido antes libre y, eventualmente, debe existir al menos la posibilidad de que recupere su libertad.
Esto le da a ese Dios cautivo una esperanza.
Si esa libertad se manifestará en la destrucción de la tela, o en una no aceptación de su rol de prisionero, eso no lo sé.
Lo que sí sé, y se relaciona de manera tangencial con este análisis sintáctico, semántico y epistemológico que estamos llevando a cabo, es que algunas facciones del hinduismo, cuando se aventuran a definir a Dios, lo hacen llamándolo «no dos».
Espero que compartas conmigo el interés por ese intento de definición que tiene la sutileza de no llamarlo «UNO», sino «no dos».
Dificultando la posibilidad de comprensión de aquellos que estamos tan acostumbrados a la dualidad, este «no dos» escaparía a la Ley de Polaridad, sería la excepción a la regla.
Bueno, queridas y queridos, esto es lo que yo pude reflexionar. Espero que sirva como punto de partida para una meditación, una charla o, por lo menos, los inspire para tomar un buen desayuno.
Después de escuchar esa frase de Borges, me sentí inclinado a reflexionar sobre la Ley de Polaridad y el fenómeno de la creación en general.
Como la inclinación no era tan grande como para hacerme tropezar y caer en las trampas habituales del pensamiento lógico, decidí fritar un panqueque que había sobrado de los canelones que había hecho el día anterior y tomar un desayuno continental antes de enfrentarme al teclado, a mi mismo y a las fuerzas que constituyen y tal vez hasta dirigen este maravilloso universo.
Ahora sí, entonces, con el estómago entretenido ya en el cumplimiento de sus funciones digestivas, puedo comenzar a tratar el tema.
Nota: bien dice la sabiduría popular italiana: «Primo mangiare, dopo filosofare. »(Primero comer, después filosofar).
La Ley de Polaridad afirma que todo tiene dos polos, que cualquier cosa que exista debe tener un opuesto que justifique su existencia.
Podemos comprobar la veracidad de esta ley al ver que es imposible concebir la luz sin la oscuridad, la derecha sin la izquierda, lo alto sin lo bajo, etc.
Amparándome en esta sabiduría, y aplicándola a la frase de Borges que originó este comentario, deduzco que para que alguien sea prisionero tiene necesariamente que haber sido antes libre y, eventualmente, debe existir al menos la posibilidad de que recupere su libertad.
Esto le da a ese Dios cautivo una esperanza.
Si esa libertad se manifestará en la destrucción de la tela, o en una no aceptación de su rol de prisionero, eso no lo sé.
Lo que sí sé, y se relaciona de manera tangencial con este análisis sintáctico, semántico y epistemológico que estamos llevando a cabo, es que algunas facciones del hinduismo, cuando se aventuran a definir a Dios, lo hacen llamándolo «no dos».
Espero que compartas conmigo el interés por ese intento de definición que tiene la sutileza de no llamarlo «UNO», sino «no dos».
Dificultando la posibilidad de comprensión de aquellos que estamos tan acostumbrados a la dualidad, este «no dos» escaparía a la Ley de Polaridad, sería la excepción a la regla.
Bueno, queridas y queridos, esto es lo que yo pude reflexionar. Espero que sirva como punto de partida para una meditación, una charla o, por lo menos, los inspire para tomar un buen desayuno.