Alma de diamante

Vamos al centro de la Tierra, al corazón de la medusa.

Vamos a ver qué hay en el interior de esta piedra preciosa.

Sólo por hoy —y apenas por unos instantes, para que no haya ninguna justificación posible para que el miedo nos paralice—, te propongo que dejemos de intentar imponer nuestra voluntad sobre el devenir cósmico y nos permitamos fluir sin más propósito que el de disfrutar de esta existencia misteriosa en la que nos movemos y tenemos nuestro ser.

Si me decís que no, que no podés, que no tenés tiempo porque en realidad estabas buscando información sobre Spinetta, o cualquier otra cosa, lo voy a entender. Estoy en un estado de aceptación incondicional. Pero no por eso voy a dejar de pensar que sos un poco careta. ¿Cuántas veces por día recibís una propuesta así?

Leyendo a Napoleon Hill me di cuenta de que me gusta la idea de ponernos metas y alcanzarlas, de crecer y evolucionar, de tener un millón de dólares, salvar a las ballenas, erradicar la pobreza en el mundo, etc, pero también entendí que si no nos relajamos y nos ponemos en contacto con aquello que es esencial en nosotros —aquello que debe ser la única cosa a la que podemos llamar yo o nosotros— ¿Cómo vamos a saber adónde queremos ir, qué es lo mejor que podemos hacer?

Así que lo primero es olvidarnos del almanaque.

Olvidarnos hasta del alma.

Lo segundo es profundizar en este instante, en el aquí y ahora.

Así, el tiempo desaparece.

Una vez que ya no hay pasado ni futuro, el presente deja automáticamente de existir, ya que se convierte en la última especulación de la mente.

Entonces, saltamos. Estamos en la mesmédula de la sopa infinita.




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