Correr

Soy más rápido que la luz.

Estoy en todas partes.

La palabra competencia no está en mi diccionario, pero me gusta correr.

Soy yo, el otro, y todo lo que existe. No voy a ningún lado, pero voy siempre corriendo.

En el tiempo y el espacio, que son para mí como el aroma de una rosa, corro sin parar, con la inocencia de un recién nacido y el entusiasmo de un pirata.

Me gusta correr por la mañana. Solo o acompañado.

Me gusta correr a la tarde. En el campo o sobre el agua.

Me gusta correr de noche. En sueños, discotecas, o en la cinta de algún gimnasio que esté abierto 24 hs.

Me gusta correr. Cualquier día, cualquier hora y en cualquier lugar (nos vemos tú y yo, para hablar de amor).

Cuando tengo tiempo libre -siempre-, corro o voy a ver carreras de caballos, de autos, de ovnis. De lo que sea. Hasta carreras cortas o universitarias voy a ver.

Amo las carreras.

Me encanta ver a la gente corriendo.

Si bien no percibo diferencias entre la partida y la llegada, y me importa poco quién llegue primero, disfruto enormemente de todos los actos, gestos y anhelos que caracterizan a la vida, principalmente aquellos que se relacionan con carreras y corridas.

Cuando conozco a una chica, la invito a correr.

Cuando me llama un pariente, le propongo ver una carrera de Fórmula 1.

Cuando voy al banco, voy corriendo.

Antes de tomar un masaje, corro. Después, también.

En mis sueños, te veo corriendo, desnuda, feliz, sentada, llorando, vestida de novia, como sea, pero corriendo.

Mi película favorita es Forrest Gump.

Maratones, corridas de toros, corridas bancarias, corretaje.

Socorro.

Estoy obsesionado con todo lo que corre.

"Agua que no has de beber, déjala correr", es mi refrán favorito.


Bueno, como te imaginarás, tengo que despedirme. Me voy a correr.

En realidad, ya estoy corriendo.




  









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