No hay problema
Tenía soluciones para problemas que ni
siquiera habían sido todavía imaginados como posibles.
Su
repertorio de soluciones era tan amplio que uno de los
pocos problemas para los que no tenía solución era cómo
organizarlo de manera eficaz.
A veces demoraba más de lo necesario
para encontrar una solución, no porque no la tuviera
sino porque no sabía cómo encontrarla.
Eran tantas las
soluciones que tenía que había muchas que
ni siquiera conocía.
A veces, buscando la solución a un determinado
problema, encontraba la de otro que había estado buscando sin éxito durante
mucho tiempo.
La llegada de Internet le facilitó el trabajo.
Pudo, por lo menos, ordenar sus soluciones por tema. Las de problemas
matemáticos ya no se mezclaban de manera obscena con las de amor, las de salud estaban claramente separadas de aquellas
ligadas al área laboral y vocacional.
Algunas soluciones, sin
embargo, escapaban a las posibilidades de clasificación que ofrece la materia -aunque esta
estuviera aparentemente espiritualizada por causa de la
digitalización-, y sólo encontraban un lugar de almacenamiento en
sus archivos esotéricos virtuales.
Las soluciones para problemas
imaginarios estaban almacenadas en una carpeta invisible que sólo se
materializaba en el momento en que era absolutamente necesaria, y las
de aquellos problemas que no tenían solución estaban escondidas en un cajón multicolor incorpóreo,
adornado con lágrimas de cocodrilos, fotos de adolescentes enamorados y jugadores de
fútbol retirados.
Tenía también una solución maestra, una especie de comodín que podía ser empleado resolver la mayor parte de los problemas: un espejo.