Tu nombre sobre mi nombre

«Un hombre no es un hombre hasta que escucha su nombre en labios de una mujer», decía un gran poeta.

Sin embargo, existen nombres que dificultan bastante tomar con seriedad los más apasionados momentos románticos y muchas operaciones comerciales.

En Brasil está permitido llamar a un recién nacido de cualquier manera. La imaginación de los padres es el límite.

Así, cuando alguien comprueba que entre su círculo de amistades ya se agotaron la mayor parte de las opciones tradicionales bíblicas, se aventura con nombres de personajes de películas norteamericanas, famosos de la historia o combinaciones de letras que aunque no tengan significado puedan darle a su vástago una identidad casi única.

El otro día, haciendo un trámite administrativo, me encontré con un muchacho que se llamaba Walt Disney Jr. Torres de Oliveira. Le pregunté por qué Jr. y me explicó que su padre también se llamaba así. Cuánta maldad. A su hijo tal vez lo llame Walt Disney Jr. 3 Torres de Oliveira.

El nombre es como una marca y, a veces, una especie de descripción de un ideal.

Si una mujer se llama Rocío, esperamos que sea suave y delicada. Si un hombre se llama Máximo, que sea un triunfador, el número uno en su especialidad.

Si se llama Jorge o Gertrudis, no esperamos nada. Tenemos que conocerlos para saber algo de ellos.

Lo que es muy importante para ti que lees estas líneas es que entiendas que no eres tu nombre.

Tu nombre te ha sido dado por otros, probablemente con la mejor de las intenciones, pero sin saber nada de ti.

De todas formas, no importa. No te representa. Sólo te identifica.

Lo único que te representa es tu consciencia.

Cultívala, cuídala.

No necesitas llamarte Penélope o Nicanor para estar aquí. Tu presencia basta.

Hay quienes aseguran que tampoco precisas de un cuerpo para tener un lugar en esta sopa infinita en la que nos movemos y tenemos nuestro ser, pero hasta ahí yo no llego. No lo puedo confirmar con suficiente convicción.

En cuanto al nombre, sí.

A veces, cuando voy de vacaciones, me invento un nombre, un apellido y un apodo. Y funciona perfecto, nadie lo nota.

He hasta compartido mi intimidad con mujeres que todavía hoy piensan que mi nombre es Pascual Contursi, pero que mis amigos me llaman Tano.

Y ellas me llaman Tano y todos somos felices.

Y la verdad es que a mí no me importa si ellas se llaman Angelina Jolie o Patricia Benavente.

Lo que me importa es que detrás de esa maraña de fantasías que está formada por el nombre, el cuerpo, la ropa, la historia personal, la personalidad, etc, haya amor.

Puedo llamarme de cualquier manera, pero si no tengo amor, no soy nada.



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