El deshipnotizador

—Presta atención. Estas palabras magnéticas pueden ayudarte a despertar tu potencial oculto. En el sutil orden que las agrupa existe un poder capaz de transformar tu tristeza en alegría, tu escasez en abundancia, tu soledad en compañía —decía el deshipnotizador, cuando su víctima menos lo esperaba.

Con el entusiasmo de un adolescente, Flux se dedicaba a desplegar su arte allí en donde tuviera la oportunidad de hacerlo.

Trabajaba como cartero y aprovechaba el gran roce social que le brindaba su profesión para desplegar su verdadero arte, la deshipnotización.

Lo hacía de manera encubierta, pero no por ello menos efectiva.

Cada vez que le entregaba una carta a un hombre, lo miraba a los ojos y le decía: «Escuche cómo cantan los pájaros, piense que en este momento dos modelos de ropa interior se bañan juntas, se besan, alguien lo ama, usted puede hacer de este un mundo mejor, despierte, escuche el sonido de mi voz, escuche el sonido de la suya, elija sus pensamientos con cuidado, no se pierda en el laberinto de la desesperanza, despliegue sus alas y vuele en libertad, aquí le entrego una carta de la D.G.I.».

Si se trataba de una mujer, el mensaje variaba de acuerdo a lo que él sentía que podría hacer vibrar su corazón.

A veces, alguien llegaba hasta el Correo para quejarse por su conducta. En esas ocasiones, la realidad lo golpeaba sin misericordia.

—Roberto, ¿por qué no se deja de joder y entrega las cartas como todo el mundo? Si le gusta el teatro, haga un curso fuera de su horario de trabajo —le decía su jefe.

«Flux, me llamo Flux», pensaba él.

—Sí, disculpe, es que a veces siento la necesidad de acompañar las cartas con un mensaje de esperanza. Pero tiene razón, una carta es una carta, hay que entregarla y punto. A lo sumo, un comentario del clima. Qué lindo día. Voy a seguir su consejo, el teatro después de las cinco —respondía.

Cuando pasaba algo así, durante un tiempo, dejaba pasar varios días reprimiendo su arte de 9 a 17 hs.

De todas formas, mientras esperaba el colectivo para volver a su casa, su mirada se encendía. Antes de que llegara el 152, se escuchaban, en distintas entonaciones y volúmenes, por lo menos dos o tres «DESPIERTA!»

El deshipnotizador seguía trabajando.


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