Tu vicio
Es una calurosa tarde de verano en Pinamar, deben ser la siete y media, estoy bailando sobre una mesa.
Soy el mozo. El bar es de un amigo. La libertad artística que tengo para atender a la clientela es una de las atracciones del lugar. Estamos escuchando Jumping Jack Flash, a todo volumen.
De repente, como si fuera una aparición de la virgen, pero en otro estilo, claro, llegó Charly García, con el Negro García López —que en paz descanse—, y una chica. Sin decir buenas tardes, me hace una propuesta: «Vos hacé de Jagger, yo hago de Richards».
Acepto. El bar está en llamas. Acabado el tema, hacemos también el tradicional Simpatía por el Diablo, nos damos un abrazo y vamos a la barra, en donde ya están el Negro y la chica.
A Charly se le ocurre organizar un concurso para ver quién toma más toc tocs.
Nota: Los iniciados entenderán que no necesitó mucha imaginación para producir esa idea.
El Negro me dice: "«no hay quién le gane».
El asunto es que cuando se termina la segunda botella de vodka, ya nadie se acuerda del concurso pero están todos muy animados. García se va sin decir adiós y el Negro y la chica lo persiguen por la calle de arena que va hasta la Bunge, para después, imagino, enfilar para el Hotel del Bosque, en donde estaban hospedados.
Al otro día supimos que esa noche fueron echados del hotel porque al autor de Inconsciente Colectivo se le había dado por pasear desnudo por los pasillos.
Yo sé que esta historia tal vez no me de derecho, pero a mi me gusta pensar que tuve mis 5 minutos de fama en la historia del rock argentino.
Para engrosar mi curriculum, puedo agregar que un día, trabajando de mozo, recibí a Spinetta en un restaurante de Belgrano. Le di la mano y le dije gracias.
Si me piden referencias internacionales —y esto ya es parte de la leyenda—, en 1980 tomé un whisky con Ian Gillan, en Londres.
Soy el mozo. El bar es de un amigo. La libertad artística que tengo para atender a la clientela es una de las atracciones del lugar. Estamos escuchando Jumping Jack Flash, a todo volumen.
De repente, como si fuera una aparición de la virgen, pero en otro estilo, claro, llegó Charly García, con el Negro García López —que en paz descanse—, y una chica. Sin decir buenas tardes, me hace una propuesta: «Vos hacé de Jagger, yo hago de Richards».
Acepto. El bar está en llamas. Acabado el tema, hacemos también el tradicional Simpatía por el Diablo, nos damos un abrazo y vamos a la barra, en donde ya están el Negro y la chica.
A Charly se le ocurre organizar un concurso para ver quién toma más toc tocs.
Nota: Los iniciados entenderán que no necesitó mucha imaginación para producir esa idea.
El Negro me dice: "«no hay quién le gane».
El asunto es que cuando se termina la segunda botella de vodka, ya nadie se acuerda del concurso pero están todos muy animados. García se va sin decir adiós y el Negro y la chica lo persiguen por la calle de arena que va hasta la Bunge, para después, imagino, enfilar para el Hotel del Bosque, en donde estaban hospedados.
Al otro día supimos que esa noche fueron echados del hotel porque al autor de Inconsciente Colectivo se le había dado por pasear desnudo por los pasillos.
Yo sé que esta historia tal vez no me de derecho, pero a mi me gusta pensar que tuve mis 5 minutos de fama en la historia del rock argentino.
Para engrosar mi curriculum, puedo agregar que un día, trabajando de mozo, recibí a Spinetta en un restaurante de Belgrano. Le di la mano y le dije gracias.
Si me piden referencias internacionales —y esto ya es parte de la leyenda—, en 1980 tomé un whisky con Ian Gillan, en Londres.