El camino del héroe

—Voy caminando por la selva. No tengo zapatos. Ahora que me doy cuenta, estoy desnudo. Hay ruidos de pájaros, de insectos, de animales. Trato de avanzar. Me pica un mosquito. Lo mato. Empujo una rama. Piso un caracol, o una babosa, no sé, algo pegajoso. Me entra un bicho en el ojo. Tengo ganas de llorar. Me siento muy mal. Quiero estar en el colegio. En realidad, quiero salir del colegio y estar en la casa de Carina, tomando el té, viendo los dibujitos. Ahí sí que me sentía bien. Un gorila me pega una trompada. Le doy un tiro. Me hace el gesto de King Kong y sale corriendo. Cómo me gustaría tener un celular, llamar a los bomberos, publicar una foto en Facebook. Pateo una piedra. Se me corta la uña del dedo pulgar. Me duele. Me pica la cabeza. Quiero salir. No sé cómo llegué hasta acá. Pienso que en algún momento me debo haber perdido. Me acuerdo de un hombre que se me acercó en el aeropuerto de Ámsterdam. Yo estaba sucio, sin plata, esperando un vuelo que iba a salir al otro día. Como era de esperarse, me pidió lo que pide todo el mundo que pide, lo que yo no tenía. Le pregunté qué le pasaba. Me dijo que estaba en un momento difícil. Que había tomado malas decisiones. Malas decisiones, eso es. Debo haber tomado malas decisiones. Si no, no estaría acá, comiéndome la cabeza, sin poder avanzar un sólo paso. Ahora tengo un machete y empiezo a abrir camino. Es más fácil de lo que pensaba. Voy avanzando bien. Ahora voy en moto. Veo luz. Llegué a un claro. Faltan pocos metros. Ahora ya no tengo la moto. Estoy hasta las rodillas en arena movediza. La puta madre, ya casi estaba. Me voy hundiendo. Pienso que ahí afuera tiene que haber alguien. Grito. No, no. No grito. Quiero gritar. No puedo. No me sale la voz. ¿Cómo puede ser si yo fui locutor y estudio canto todos los días? Me agarro de una piedra y empiezo a trepar. En el pecho tengo bichos. Me los quiero sacar pero no puedo porque no puedo soltarme. Tengo que aguantar. Llega un pájaro verde. Se para en una rama y empieza a cantar. La concha de tu madre, pájaro hijo de puta. Si pudiera salir de acá, te cocinaba con polenta, a vos y a toda tu familia de pájaros hijos de puta. Si tuviera una honda, te callaba en un segundo ¿Cómo mierda salgo de acá? Tengo ganas de rezar, de que aparezca Cristo, Buda, Romeo Santos, no sé, alguien que me de una mano. Estoy solo, lo único que hay son bichos. Tengo chichones, cortes, heridas. Tengo ganas de llorar. Quiero hundirme en la arena, pero tengo miedo. Me acuerdo del tango Desencuentro. Mal momento para acordarse de un tango. Mejor pensar positivo. Napoleon Hill. Lo que la mente del hombre puede concebir y creer, lo puede obtener. Ahí está. Vamos, vamos. Me faltan treinta metros. Yo puedo. Ahí hay luz, tiene que haber alguien. No puede ser que la vida sea así. Tengo que poder salir. De repente, estoy afuera. Bien, carajo. Vamos, Ale. Vamos Ale que vos podés. Empiezo a caminar hacia la luz. Muevo las últimas ramas que me separan de la felicidad. Son como el telón de un teatro, o esas cortinas de bolitas de plástico que se usan para separar ambientes. Avanzo. Es un día de sol, un lugar maravilloso. Cantan los pajaritos. Me siento muy feliz. Hay una laguna de agua cálida y cristalina. Entro, me baño. Me siento limpio. Aparecen varias mujeres desnudas, hermosas. Empiezan a acariciarme y a perfumarme. Me parece un poco extraño que me perfumen en el agua, pero lo acepto. Me siento muy bien. "Te estamos preparando para ella," me dice una. Me empiezan a tocar bien tocado, no sé si me explico. Me besan, se besan entre ellas. Estoy muy caliente. Tengo una erección que parece un matafuego. Soy un héroe, un dios. Tengo el cuerpo de Ronaldo. Ahora soy más grande. Soy gigante. Soy el sol, soy el espíritu que anima al barro. Soy Dios. Aparece ella. La amo. La amé siempre, ahora lo sé. La deseo más que a nada en el mundo. La deseo tanto que no tengo tiempo para pensar y ya estamos haciendo el amor. Somos perfectos, hermosos. Somos el universo bailando el Hula Hula. ¿Qué le parece? —pregunto, terminando de relatar mi sueño.


—A mí lo que me gustaría saber es qué le parece a usted. ¿Cómo lo interpreta? —responde mi psicóloga.

—Yo creo que quiere decir que estoy loco por usted y que ya no sé qué hacer para decírselo.

—Mire, Alejandro, la transferencia es algo muy normal, pero, si me permite, me atrevo a sugerirle que usted tendría que trabajar un poco más en la canalización práctica de su deseo. No sé, hacer algún curso de escritura creativa, algún trabajo social.

—¿De hacer el amor nosotros, ni hablar, no?

—Bueno, cómo decirlo, una cosa no quita la otra. Yo ahora le estoy hablando como profesional. Lo que usted me propone es algo personal. Es otra cosa. Claro que en caso de seguir adelante con esa idea, yo tendría que recomendarle a otra terapeuta, porque como usted imaginará, hacer el amor puede ser muy terapéutico, y seguramente placentero, pero no combina en nada con el tratamiento tradicional junguiano, que es para lo que yo estudié y a lo que me dedico.

—Disculpe, ¿me pareció entender que hay una posibilidad?

—Claro, papi... vení acá que te voy a enseñar cómo se baila el Hula Hula...




















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