El mariachi
El mariachi apareció de repente.
Respiraba como un dragón, tenía los ojos rojos y una 38 especial brillando en su mano derecha.
Antes de disparar, pensó: «una bala nunca va a tener la elegancia de un bolero, pero, considerando las circunstancias, va a causar daño más rápido. Una cosa es segura: estos dos nunca más van a escuchar una maraca. Tengo seis balas. Tres para cada uno. Me parece que primero les voy a perforar los intestinos, para que puedan ver y sentir, pero no lo puedan digerir. Después, ahí viene la duda, ella o él, corazón o cabeza. Yo sé que no es momento para ponerse demasiado detallista, pero mi padre me enseñó que las cosas hay que hacerlas bien.
Nota: Todo eso, y lo que viene a continuación, fue pensado en menos de un segundo. Ya no es un secreto para nadie que el cerebro humano es más veloz que una súper computadora.
Yo soy músico. Soy un mariachi, un cantor de serenatas. Les llevo alegría a las parejas, les llevo un mensaje de esperanza. Es cierto, no soy director de un canal de televisión, como este hijo de puta, pero me gano la vida honestamente. Te juro que no te entiendo, Leticia, te marearon las luces. Lo teníamos todo, era para morirnos de amor mirando el atardecer en Tulum. Y vos con este pelotudo, en nuestra propia casa. Me parece que se te soltó la cadena, no podés ser tan boluda. Pero esto habla mal de mí. Estar enamorado de una mujer tan pelotuda, y no haberme dado cuenta, es culpa mía. Bueno, el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Me amo, me acepto y me apruebo. Ahora, recordemos lo fundamental: el que tiene el arma soy yo, el que manda ahora es papá. Ustedes están desnudos, temblando de miedo y sin saber qué hacer. Me gustaría decirles que su papel es fácil, porque va a terminar en seguida, pero no lo voy a hacer, no voy a darles ese gusto. Voy a permitirles tener un rayo de esperanza. Aunque estoy seguro de que mis ojos me delatan, me parece que los dos saben muy bien que pronto van a estar golpeando las puertas del infierno, pidiendo por favor que los dejen entrar. Qué par de hijos de puta. Juan Carlos, ya te veo en el diario: empresario del mundo del espectáculo, víctima de un crimen pasional. Muerto y olvidado rápidamente. No hay drama. Ni tu familia te va a extrañar. Si es que tenés familia, hijo de puta. Leticia, Leticia... ay, Leticia... a vos sí que me va a costar olvidarte. A pesar de que con un solo gesto acabás de demostrarme que tu valor es menor que el de las tres balas que te voy a dedicar a continuación, olvidarte no va a ser cosa de un día para el otro. El corazón, en ese sentido, es caprichoso. Tiene su propia lógica. Por suerte veo que ya me estoy calmando. Ahora sí que puedo decir que esta fue una decisión tomada con total conciencia, con alevosía y premeditación. Claro que eso no se lo voy a decir a nadie. Al juez le voy a decir que te amaba, y que te amo con todo mi corazón, pero que cuando te vi con este pelotudo me volví loco y disparé sin pensar. Está decidido. Va todo al pecho. Nada de filosofía, directo al corazón. Dicen que la distancia es el olvido».
Cuando hubo acabado de pensar, lo que como ya dijimos demoró aproximadamente una millonésima de segundo, descargó las seis balas que tenía, alternadamente, sobre los cuerpos desnudos de los amantes.
Después, bebió varias dosis de tequila, tomó su guitarra y empezó a cantar.
Cuando llegó la policía, todavía cantaba. Lo llevaron sin que opusiera resistencia.
Pasó un tiempo en una institución mental. Después, fue liberado. Retomó su antigua profesión y pronto conoció a una señorita encantadora con la que pasó el resto de su vida como si aquella serenata fatídica no hubiera ocurrido jamás.
Respiraba como un dragón, tenía los ojos rojos y una 38 especial brillando en su mano derecha.
Antes de disparar, pensó: «una bala nunca va a tener la elegancia de un bolero, pero, considerando las circunstancias, va a causar daño más rápido. Una cosa es segura: estos dos nunca más van a escuchar una maraca. Tengo seis balas. Tres para cada uno. Me parece que primero les voy a perforar los intestinos, para que puedan ver y sentir, pero no lo puedan digerir. Después, ahí viene la duda, ella o él, corazón o cabeza. Yo sé que no es momento para ponerse demasiado detallista, pero mi padre me enseñó que las cosas hay que hacerlas bien.
Nota: Todo eso, y lo que viene a continuación, fue pensado en menos de un segundo. Ya no es un secreto para nadie que el cerebro humano es más veloz que una súper computadora.
Yo soy músico. Soy un mariachi, un cantor de serenatas. Les llevo alegría a las parejas, les llevo un mensaje de esperanza. Es cierto, no soy director de un canal de televisión, como este hijo de puta, pero me gano la vida honestamente. Te juro que no te entiendo, Leticia, te marearon las luces. Lo teníamos todo, era para morirnos de amor mirando el atardecer en Tulum. Y vos con este pelotudo, en nuestra propia casa. Me parece que se te soltó la cadena, no podés ser tan boluda. Pero esto habla mal de mí. Estar enamorado de una mujer tan pelotuda, y no haberme dado cuenta, es culpa mía. Bueno, el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Me amo, me acepto y me apruebo. Ahora, recordemos lo fundamental: el que tiene el arma soy yo, el que manda ahora es papá. Ustedes están desnudos, temblando de miedo y sin saber qué hacer. Me gustaría decirles que su papel es fácil, porque va a terminar en seguida, pero no lo voy a hacer, no voy a darles ese gusto. Voy a permitirles tener un rayo de esperanza. Aunque estoy seguro de que mis ojos me delatan, me parece que los dos saben muy bien que pronto van a estar golpeando las puertas del infierno, pidiendo por favor que los dejen entrar. Qué par de hijos de puta. Juan Carlos, ya te veo en el diario: empresario del mundo del espectáculo, víctima de un crimen pasional. Muerto y olvidado rápidamente. No hay drama. Ni tu familia te va a extrañar. Si es que tenés familia, hijo de puta. Leticia, Leticia... ay, Leticia... a vos sí que me va a costar olvidarte. A pesar de que con un solo gesto acabás de demostrarme que tu valor es menor que el de las tres balas que te voy a dedicar a continuación, olvidarte no va a ser cosa de un día para el otro. El corazón, en ese sentido, es caprichoso. Tiene su propia lógica. Por suerte veo que ya me estoy calmando. Ahora sí que puedo decir que esta fue una decisión tomada con total conciencia, con alevosía y premeditación. Claro que eso no se lo voy a decir a nadie. Al juez le voy a decir que te amaba, y que te amo con todo mi corazón, pero que cuando te vi con este pelotudo me volví loco y disparé sin pensar. Está decidido. Va todo al pecho. Nada de filosofía, directo al corazón. Dicen que la distancia es el olvido».
Cuando hubo acabado de pensar, lo que como ya dijimos demoró aproximadamente una millonésima de segundo, descargó las seis balas que tenía, alternadamente, sobre los cuerpos desnudos de los amantes.
Después, bebió varias dosis de tequila, tomó su guitarra y empezó a cantar.
Cuando llegó la policía, todavía cantaba. Lo llevaron sin que opusiera resistencia.
Pasó un tiempo en una institución mental. Después, fue liberado. Retomó su antigua profesión y pronto conoció a una señorita encantadora con la que pasó el resto de su vida como si aquella serenata fatídica no hubiera ocurrido jamás.
***