Media naranja
En el Departamento de Objetos Perdidos de la Universidad de Wisconsin —cuyo símbolo era un hombre encontrando una aguja en un pajar y ahora es un antílope azul—, se presentó, sin previo aviso, un tenedor libre.
Venía en busca de respuestas.
—Buen día, señorita. Estoy buscando a mi media naranja. No voy a parar hasta encontrarla. El cuchillo es cortante, frío, demasiado recto para mi gusto. Quiero que mi compañera tenga curvas, que sepa abrir la puerta para ir a jugar, como la señorita de San Nicolás —dijo.
—Buen día. Mi nombre es Sandra. ¿En qué lo puedo ayudar?
—Hola, Sandra. ¿Cómo le va? ¿Hablo en chino yo? Compañera, media naranja... ¿No le suena? Estoy buscando a mi novia, mi pareja. Me parece que se perdió en un restaurante o se la tragó un agujero negro.
—Disculpe, señor. Preguntar en qué lo puedo ayudar es una de las reglas de la Universidad. Yo a veces también pienso que las reglas son un poco estrictas, pero tengo que cumplir con mi trabajo. Soy madre soltera.
—A mal puerto voy por leña. O sea que usted tuvo pareja y la perdió. ¿No se le ocurrió buscar acá? Parece que tienen de todo.
—Es que mi caso es diferente. Yo sé adónde está. Mi problema es que es un pelotudo. Y se ve que no me quiere.
—Ah, perdón. Parece que ahora el que tiene que pedir disculpas soy yo. Me he comportado como un tenedor insensible, debe ser porque soy metálico.
—No se preocupe, usted no podía saber. Además, quiero decirle que es muy apuesto... y muy simpático. Lo que pasa es que estoy con la cabeza en la luna, tengo un montón de problemas. Volviendo a lo suyo. ¿Cómo es su compañera?
—Si yo supiera... ¿En serio le parece que soy apuesto y simpático?
—Mire, yo soy muy cumplidora con las normas de la Universidad, porque ya le expliqué que necesito el trabajo, pero cuando entro en calor, empiezo a decir lo que siento y no me gusta decir una cosa por otra. Claro que no voy a saltar por encima del mostrador para comerle la boca, soy una dama, pero la verdad es que me gustó desde que entró.
—Bueno, se ha cantado bingo. Ya que nos estamos sincerando, tengo que confesarle que yo no estaba buscando nada. La vi desde afuera, sentí algo y entré. Quería hablar con usted, quería conocerla. Fue un impulso, una intuición. Y parece que acerté.
—Yo le diría que no cantemos victoria antes de tiempo. Una atracción a primera vista no es sinónimo de amor. Además, para mí, sería la primera relación con un tenedor.
—En ese aspecto, tenemos que ser osados. No podemos permitir que un asunto de forma nos separe. Si hay deseo y voluntad, todo es posible. Además, yo no sé si usted vio la película Matrix...
—Sí, la vi. Neo y Morfeo, y la chica de pelo corto, que no me acuerdo cómo se llama... y las pastillas, la roja y la azul, y después la escena con Mónica Bellucci. Me encantó. Cuando quiere que Neo la bese como la besa a la chica de pelo corto, muy buena.
—Ésa es la película, pero usted no está recordando la escena que puede ser fundamental para nuestra relación.
—Es que la vi hace mucho, lo que más me acuerdo es de la escena de Mónica Bellucci.
—¿No se acuerda del nene peladito? ¿El que dobla cucharas?
—Ah, sí, sí... no hay cuchara...-
—Exacto, no hay cuchara. Si usted lo desea, y lo permite en su corazón, puedo dejar de ser un tenedor y convertirme en su príncipe azul. Sepa que me encantan los chicos. Además, soy honesto y muy romántico. Eso sí, y esto también es importante que lo sepa, fanático del trabajo no soy. A mí nunca nadie me acusó de ser un workoholic. Yo estoy más en la línea de los atardeceres, los paseos... viajes, películas, risas. Creo que me entiende.
—Creo que sí, pero también creo que si un tenedor libre puede transformarse en un príncipe azul, no debe ser muy difícil hacer que trabaje un poco. Para ayudar con los gastos del castillo. No sé si me explico. Yo creo que tal vez podría darle el estímulo que le esté faltando.
—Opa... Tal vez lo que le faltaba a este tenedor era encontrar la vocación correcta. ¿a qué hora salís?
—A las 19 hs.-
—Te paso a buscar y vemos adónde vamos.
—Dale. ¿Tu nombre?
—Fork. James Fork.
Venía en busca de respuestas.
—Buen día, señorita. Estoy buscando a mi media naranja. No voy a parar hasta encontrarla. El cuchillo es cortante, frío, demasiado recto para mi gusto. Quiero que mi compañera tenga curvas, que sepa abrir la puerta para ir a jugar, como la señorita de San Nicolás —dijo.
—Buen día. Mi nombre es Sandra. ¿En qué lo puedo ayudar?
—Hola, Sandra. ¿Cómo le va? ¿Hablo en chino yo? Compañera, media naranja... ¿No le suena? Estoy buscando a mi novia, mi pareja. Me parece que se perdió en un restaurante o se la tragó un agujero negro.
—Disculpe, señor. Preguntar en qué lo puedo ayudar es una de las reglas de la Universidad. Yo a veces también pienso que las reglas son un poco estrictas, pero tengo que cumplir con mi trabajo. Soy madre soltera.
—A mal puerto voy por leña. O sea que usted tuvo pareja y la perdió. ¿No se le ocurrió buscar acá? Parece que tienen de todo.
—Es que mi caso es diferente. Yo sé adónde está. Mi problema es que es un pelotudo. Y se ve que no me quiere.
—Ah, perdón. Parece que ahora el que tiene que pedir disculpas soy yo. Me he comportado como un tenedor insensible, debe ser porque soy metálico.
—No se preocupe, usted no podía saber. Además, quiero decirle que es muy apuesto... y muy simpático. Lo que pasa es que estoy con la cabeza en la luna, tengo un montón de problemas. Volviendo a lo suyo. ¿Cómo es su compañera?
—Si yo supiera... ¿En serio le parece que soy apuesto y simpático?
—Mire, yo soy muy cumplidora con las normas de la Universidad, porque ya le expliqué que necesito el trabajo, pero cuando entro en calor, empiezo a decir lo que siento y no me gusta decir una cosa por otra. Claro que no voy a saltar por encima del mostrador para comerle la boca, soy una dama, pero la verdad es que me gustó desde que entró.
—Bueno, se ha cantado bingo. Ya que nos estamos sincerando, tengo que confesarle que yo no estaba buscando nada. La vi desde afuera, sentí algo y entré. Quería hablar con usted, quería conocerla. Fue un impulso, una intuición. Y parece que acerté.
—Yo le diría que no cantemos victoria antes de tiempo. Una atracción a primera vista no es sinónimo de amor. Además, para mí, sería la primera relación con un tenedor.
—En ese aspecto, tenemos que ser osados. No podemos permitir que un asunto de forma nos separe. Si hay deseo y voluntad, todo es posible. Además, yo no sé si usted vio la película Matrix...
—Sí, la vi. Neo y Morfeo, y la chica de pelo corto, que no me acuerdo cómo se llama... y las pastillas, la roja y la azul, y después la escena con Mónica Bellucci. Me encantó. Cuando quiere que Neo la bese como la besa a la chica de pelo corto, muy buena.
—Ésa es la película, pero usted no está recordando la escena que puede ser fundamental para nuestra relación.
—Es que la vi hace mucho, lo que más me acuerdo es de la escena de Mónica Bellucci.
—¿No se acuerda del nene peladito? ¿El que dobla cucharas?
—Ah, sí, sí... no hay cuchara...-
—Exacto, no hay cuchara. Si usted lo desea, y lo permite en su corazón, puedo dejar de ser un tenedor y convertirme en su príncipe azul. Sepa que me encantan los chicos. Además, soy honesto y muy romántico. Eso sí, y esto también es importante que lo sepa, fanático del trabajo no soy. A mí nunca nadie me acusó de ser un workoholic. Yo estoy más en la línea de los atardeceres, los paseos... viajes, películas, risas. Creo que me entiende.
—Creo que sí, pero también creo que si un tenedor libre puede transformarse en un príncipe azul, no debe ser muy difícil hacer que trabaje un poco. Para ayudar con los gastos del castillo. No sé si me explico. Yo creo que tal vez podría darle el estímulo que le esté faltando.
—Opa... Tal vez lo que le faltaba a este tenedor era encontrar la vocación correcta. ¿a qué hora salís?
—A las 19 hs.-
—Te paso a buscar y vemos adónde vamos.
—Dale. ¿Tu nombre?
—Fork. James Fork.