Sexo oral

En estos tiempos, quien practica el sexo oral se eleva rápidamente a la categoría de santo.

Dedicarle algo de tiempo a otro —postergando al menos por un momento la satisfacción del deseo propio—, es una rareza muy bien recompensada por aquellos que son beneficiados por esa acción que ya es casi una forma de altruismo.

La vocación de dar placer es inherente a la condición humana, sin embargo, parece haber sido temporalmente suspendida en favor del «yo, yo, yo» que impera en el mundo actual.

No por nada el presidente de los Estados Unidos es un señor cuyo mensaje principal es «America first» (Estados Unidos primero).

Nota: Los que se horrorizan por la actitud de Donald, tendrían que ver cómo se comportan a la hora de esperar en la cola del banco para pagar sus cuentas.

En algún lugar de nuestro cerebro primitivo anida un animal salvaje que quiere ser el primero en todo. Pero, en otra parte, existe un ser exquisito capaz de regocijarse en el placer de dar, de hacer feliz a otro, y, en el mejor de los casos, de disfrutar de la alegría perfecta que surge de saber dar y recibir.


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