San Carlos de Bariloche

Hace ya algunos inviernos, en la Confitería giratoria del Cerro Otto, empezó a trabajar una camarera que sabía muy poco de gastronomía pero quería construir una casa con su novio.

Estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para conseguir el dinero que necesitaba para lograrlo.

Su conocimiento de idiomas era mínimo. Aparentemente, lo único que tenía a su favor era el entusiasmo.

Al poco tiempo de desplazarse entre las mesas, observó que su clientela estaba compuesta principalmente por brasileños. Estos, o no se impresionaban por la calidez de su sonrisa, o no tenían la costumbre de dejar propina.

Esta chica, a la que llamaremos Sofía, pronto se dio cuenta de que algo no andaba bien y después de unos días logró saber que en Brasil no se acostumbra dar propina ya que el servicio está incluido en la cuenta.

Si no hacía algo, nunca recibiría más que saludos de sus hermanos del país tropical.

Aguzando su limitada capacidad de observación, vio que sus compañeros más experimentados dirigían el público brasileño hacia sus mesas, y el de otras nacionalidades, o hasta incluso el argentino, hacia las suyas.


Dispuesta a lograr su objetivo, impulsada por el amor que tenía por su novio, decidió aprender una frase en portugués.

La repitió una y otra vez hasta que consiguió una pronunciación aceptable que transmitía su mensaje con inequívoca claridad: O serviço não está incluído na conta (El servicio no está incluido en la cuenta).

Incapaz de decir bom dia, cada vez que llevaba la adición a una mesa de brasileños, miraba a quien iba a pagar a los ojos, y le repetía su mantra: O serviço não está incluído na conta.

Con esta simple técnica, logró superar el nivel de facturación de sus compañeros políglotas y se convirtió en la moza que más propina recibía.


Las familias brasileñas, sabiendo que por el servicio se cobra el 10%, no imaginaban dejar menos que eso. Y, teniendo una sonrisa encantadora, a veces recibía, además de todo tipo de propuestas románticas, mucho más que el 10%.

Esta chica demostró tener más sabiduría que aquellos que dudaban de la suya.



Un pequeño cambio de estrategia puede hacer una gran diferencia.

 




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