Rayuela 3.0


—Para poder convertirse en una mariposa, es imprescindible que el gusano abandone su costumbre de arrastrarse —dijo el Coreógrafo del Silencio.

—Muchas personas creen que les duele el estómago, o las articulaciones, cuando en realidad lo que les duele es el alma. En mi caso, si tuviera que elegir entre ser querido el año que viene, o ser querido ahora, eligiría los dos. A mí me gusta querer y ser querido a toda hora. Con esto le quiero decir que la letra «o» me parece muy careta. La «y», por el contrario, es mucho más all inclusive. Y espero que sepa disculpar el anglicismo, pero sabe que estoy estudiando inglés y cuando tengo la oportunidad me gusta meter un bocadillo —continuó.

Yo todavía no sabía hacia adónde se encaminaba su discurso.

—Si hubiera dicho más Yin Yang, el chinismo no necesitaría disculpas. Usted sabe que jamás me atrevería a intentar aprender esa lengua misteriosa que se presenta a mi fantasía como el colmo de lo complejo. Me atrevo a usar alguna que otra palabra, sí, con total impunidad, porque me considero un admirador honesto de esa cultura milenaria, pero de ahí a proponerme aprenderla hay una distancia enorme. Una de mis series favoritas, cuando era más chico, era Kung Fu, con David Carradine. Kwai Chang Caine, para los iniciados —cerró.

—Disculpe, ¿Tiene algo para decir o va a seguir navegando sin rumbo? —pregunté.

¿Le parece poco lo que le dije de la letra «o»? ´O sole mio... Le recuerdo que a mí, entre otras cosas, me gustan los helados, las hojas secas y las nubes. Pero en fin, si está tan apurado que no puede disfrutar del paisaje, me veo obligado a decirle que quiero hablar de la rayuela, y que voy a comenzar ahora mismo para que no sufra por la aparente falta de contenido de mi palabra efervescente. Solo para que conste en actas, también diré que me parecía obsceno entrar en un tema tan delicado sin un preámbulo adecuado, pasando por alto todos los elementos previos que considero imprescindibles para poder hablar de un juego tan empírico como enigmático —agregó, y supe que lo mejor que podía hacer era descorchar algo.

—¿Vino?

—Por favor, parece que ahora nos estamos entendiendo. La rayuela, qué maravilla. Fíjese una cosa. En su versión más arquetípica, se va de la Tierra al Cielo. La gracia, para los que recién empiezan, está en en la llegada al cielo. Para los niños y los sabios, que se parecen en mucho, pero no en todo, la gracia está también en la tierra y en la posibilidad de volver a empezar, una y otra vez, hasta que sea hora de comer, dormir o aburrirse, sobre todo en estos tiempos en que en materia de juegos hay alternativas mucho más divertidas. Y para los iluminados... Bueno, para los iluminados la gracia está siempre en todas partes. Es por eso que se ve a tan pocos iluminados jugando a la rayuela. La mayoría está sentada tomando un vermouth, o esquiando en Aspen.


 —Yo conozco a una chica que vive en Aspen.

—¿Lala?

—Sí.

—Qué hermosa mujer.

—Sí.

—Es de esas mujeres que toman un vermouth y después van a esquiar. Supe que anduvo por Tulum, en México. 

—Sí, me contó. Un lugar encantador, tiene historia y playa.

—¿Ve?¿Ve que lo único que le hace falta es darle un poco de cuerda y usted empieza a entender? Historia y playa, vermouth y esquí, ese es el yin yang criollo, la rayuela mística. Estábamos a dos copas de la realidad. Ahora podemos empezar a conversar... hemos dado el primer paso. Sin necesidad de movernos, hemos avanzado mil casillas, hemos conquistado una galaxia y la hemos besado en una estrella.



  

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