Un vampiro extraterrestre
Producida como si fuera a recibir un Óscar, Patricia entró al ascensor y tocó el sensor del primer subsuelo.
Allí la esperaba el Audi Q8 que sólo seis meses atrás le había regalado el hombre que estaba a punto de convertirse en su ex marido.
«Te voy a sacar hasta las ganas de comer, pelotudo», pensó.
No necesitaba el dinero, pero quitárselo le parecía la manera más fácil de hacerlo sufrir.
Se miró al espejo y se alegró porque imaginaba que al verla él se preguntaría si no había cometido el error más grande de su vida.
¿Cuánto puede tardar un hombre maduro en aburrirse de su secretaria de veinte años?
«Si la veo, le paso por encima. Esa pendeja no merece mi respeto, pero tengo que aceptar que la odio con todo mi corazón», pensó.
Unos segundos después, se abrieron las puertas del ascensor y ella empezó a caminar hacia la cochera en donde estaba estacionado el vehículo con el que pensaba atropellar a la joven que consideraba responsable por el fin de su matrimonio.
Intentó ponerlo en marcha, pero no hubo caso.
Llena de furia, pero intentando contenerla para que no se le escapara una lágrima que pudiera arruinar su maquillaje, llamó un remisse.
Cuando el auto estacionó en la puerta de su casa, tuvo una sensación extraña.
El hombre que manejaba era demasiado atractivo para ser chofer.
Por un instante, se olvidó de su odio y pensó que había cosas que podían ser más divertidas que quitarle la mitad de su fortuna a su futuro ex.
Reprimiendo cualquier tipo de gesto que pudiera delatar ese súbito interés, lo saludó y le dijo adónde iban.
Él dirigía con suavidad y no parecía estar dispuesto a decir una palabra.
Ella iba mirando su nuca y oliendo su perfume.
Aunque moría de ganas de hacerlo, no se atrevía a mirarlo por el espejo retrovisor.
De todas formas, aunque le faltara coraje para enfrentarlo en ese momento, ya estaba decidida a pedirle su tarjeta con la excusa de llamarlo para eventuales viajes que tuviera que hacer en otras ocasiones.
Pensó en contarle su problema, pero se contuvo.
En un momento, no aguantó más y lo miró.
Él le dedicó una leve sonrisa que la hizo estremecerse y apartar la mirada.
«Ay, Dios mío, si no tuviera que ir a arruinarle la vida al pelotudo de Juan Carlos, te metía en mi cama y te daba amor hasta que te desmayaras, papito», pensó.
—Si quiere, paramos en un hotel —dijo él.
—¿Perdón? —respondió ella.
—Digo que si quiere hacer el amor paramos en un hotel y después usted explica que no pudo ir porque tuvo un problema con el auto.
—¿Usted está loco?¿Cómo se le ocurre decirme eso?
—Loco de deseo, puede ser... y se me ocurre decirle eso porque soy un vampiro extraterrestre con capacidad para leer los pensamientos de otras personas... cuando usted pensó en llevarme a su cama, me pareció que lo más normal es que vayamos a un hotel y hagamos el amor. Lo que sí tengo que advertirle es que es mucho más probable que se desmaye usted antes que yo, porque el nivel de energía de mi raza es muy superior al de la suya.
—Ah ¿sí?¿Así que sabe lo que estoy pensando?
—Sí, y también lo que está sintiendo. Sé que le quiere arruinar la vida al pelotudo de Juan Carlos, pero que en el fondo lo que más le interesa es sentirse bien y darle un sentido a su propia existencia. En este momento está sorprendida, pero tiene muchas ganas de saltar sobre el asiento para practicarme sexo oral.
Patricia, que se sentía exactamente como el supuesto extraterrestre describía, ya no pudo contenerse más y saltó sobre el asiento para practicarle sexo oral, tal como él había previsto.
Naturalmente, a partir de ese momento, sus planes cambiaron.
Se entregó por completo a la pasión, sin saber que Olox —que así dijo llamarse el hombre que después de poseerla durante dos horas en un hotel alojamiento la llevó de nuevo a su casa, en donde volvió a hacerle el amor después de contarle que había venido de uno de los anillos de Saturno— era en realidad un actor porno contratado por su marido para evitar que ella llegara a su audiencia de divorcio.
Por esa pasión perdió todos sus derechos, ya que no sólo que no compareció ese día, sino que tampoco lo hizo hasta una semana después de volver de un viaje de dos meses por Tailandia, en cuyas playas vivió un romance tan apasionado con Olox que no pudo evitar publicar sus fotos en Facebook, lo que le hizo cualquier posibilidad de iniciar una acción legal posterior.
Otra cosa que Patricia nunca supo era que el verdadero extraterrestre era Juan Carlos.
Allí la esperaba el Audi Q8 que sólo seis meses atrás le había regalado el hombre que estaba a punto de convertirse en su ex marido.
«Te voy a sacar hasta las ganas de comer, pelotudo», pensó.
No necesitaba el dinero, pero quitárselo le parecía la manera más fácil de hacerlo sufrir.
Se miró al espejo y se alegró porque imaginaba que al verla él se preguntaría si no había cometido el error más grande de su vida.
¿Cuánto puede tardar un hombre maduro en aburrirse de su secretaria de veinte años?
«Si la veo, le paso por encima. Esa pendeja no merece mi respeto, pero tengo que aceptar que la odio con todo mi corazón», pensó.
Unos segundos después, se abrieron las puertas del ascensor y ella empezó a caminar hacia la cochera en donde estaba estacionado el vehículo con el que pensaba atropellar a la joven que consideraba responsable por el fin de su matrimonio.
Intentó ponerlo en marcha, pero no hubo caso.
Llena de furia, pero intentando contenerla para que no se le escapara una lágrima que pudiera arruinar su maquillaje, llamó un remisse.
Cuando el auto estacionó en la puerta de su casa, tuvo una sensación extraña.
El hombre que manejaba era demasiado atractivo para ser chofer.
Por un instante, se olvidó de su odio y pensó que había cosas que podían ser más divertidas que quitarle la mitad de su fortuna a su futuro ex.
Reprimiendo cualquier tipo de gesto que pudiera delatar ese súbito interés, lo saludó y le dijo adónde iban.
Él dirigía con suavidad y no parecía estar dispuesto a decir una palabra.
Ella iba mirando su nuca y oliendo su perfume.
Aunque moría de ganas de hacerlo, no se atrevía a mirarlo por el espejo retrovisor.
De todas formas, aunque le faltara coraje para enfrentarlo en ese momento, ya estaba decidida a pedirle su tarjeta con la excusa de llamarlo para eventuales viajes que tuviera que hacer en otras ocasiones.
Pensó en contarle su problema, pero se contuvo.
En un momento, no aguantó más y lo miró.
Él le dedicó una leve sonrisa que la hizo estremecerse y apartar la mirada.
«Ay, Dios mío, si no tuviera que ir a arruinarle la vida al pelotudo de Juan Carlos, te metía en mi cama y te daba amor hasta que te desmayaras, papito», pensó.
—Si quiere, paramos en un hotel —dijo él.
—¿Perdón? —respondió ella.
—Digo que si quiere hacer el amor paramos en un hotel y después usted explica que no pudo ir porque tuvo un problema con el auto.
—¿Usted está loco?¿Cómo se le ocurre decirme eso?
—Loco de deseo, puede ser... y se me ocurre decirle eso porque soy un vampiro extraterrestre con capacidad para leer los pensamientos de otras personas... cuando usted pensó en llevarme a su cama, me pareció que lo más normal es que vayamos a un hotel y hagamos el amor. Lo que sí tengo que advertirle es que es mucho más probable que se desmaye usted antes que yo, porque el nivel de energía de mi raza es muy superior al de la suya.
—Ah ¿sí?¿Así que sabe lo que estoy pensando?
—Sí, y también lo que está sintiendo. Sé que le quiere arruinar la vida al pelotudo de Juan Carlos, pero que en el fondo lo que más le interesa es sentirse bien y darle un sentido a su propia existencia. En este momento está sorprendida, pero tiene muchas ganas de saltar sobre el asiento para practicarme sexo oral.
Patricia, que se sentía exactamente como el supuesto extraterrestre describía, ya no pudo contenerse más y saltó sobre el asiento para practicarle sexo oral, tal como él había previsto.
Naturalmente, a partir de ese momento, sus planes cambiaron.
Se entregó por completo a la pasión, sin saber que Olox —que así dijo llamarse el hombre que después de poseerla durante dos horas en un hotel alojamiento la llevó de nuevo a su casa, en donde volvió a hacerle el amor después de contarle que había venido de uno de los anillos de Saturno— era en realidad un actor porno contratado por su marido para evitar que ella llegara a su audiencia de divorcio.
Por esa pasión perdió todos sus derechos, ya que no sólo que no compareció ese día, sino que tampoco lo hizo hasta una semana después de volver de un viaje de dos meses por Tailandia, en cuyas playas vivió un romance tan apasionado con Olox que no pudo evitar publicar sus fotos en Facebook, lo que le hizo cualquier posibilidad de iniciar una acción legal posterior.
Otra cosa que Patricia nunca supo era que el verdadero extraterrestre era Juan Carlos.