Los Imples

A punto de ser destruidos por un cataclismo cósmico, los Imples fueron rescatados por dos ángeles de la guarda que se dedican a intentar mantener la armonía en este universo que muchas veces parece tener más problemas que soluciones.

Cuando ya faltaba poco para que su planeta estallara, los amorosos seres de luz colocaron a todos los Imples que pudieron encontrar en una nave espacial ultramoderna y comenzaron a pensar cuál sería el mejor destino posible para esa raza tan particular.

Después de hacer un análisis genético de casi todos los sujetos encontrados y un test de personalidad del que parecía ser su líder, decidieron que el mejor destino posible para esos extraños seres en peligro de extinción sería la Tierra.

—Allá todavía quedan territorios inexplorados en donde los Imples podrán establecer una colonia sin ser descubiertos. Es el único lugar en donde tienen una chance de sobrevivir —dijo Gabriel.

—Sí, pero en cuanto los encuentren se los van a comer con papitas noisette —replicó Ariel.

 —Es la única esperanza que tienen, nosotros no podemos hacer más —respondió Gabriel, que tenía una cita con una de la ángeles de Victoria Secret desencarnada y no estaba dispuesto a pasar un segundo más tratando de salvar a esa especie decadente que no hacía nada más que existir.

Mientras Gabriel intentaba convencer a Ariel de que lo mejor para todos era meter a los Imples en una nave y mandarlos para la Tierra sin dar más vueltas, apareció Satanás.

—Hola, chicos. ¿Cómo andan?¿Tienen problemas con los Imples? Ojo que es un tema delicado. No me quiero meter en lo que no me importa, pero les aviso que son de los favoritos de su Jefe —dijo.

—Si no te querés meter en lo que no te importa, tenés toda la libertad para irte, acá nadie te llamó. Lo que es más, te recomiendo que te vayas —respondió Gabriel, que no quería llegar tarde a su cita.

—Para, Gabo, dejalo que hable. Nosotros no sabemos nada de los Imples —dijo Ariel.

 —Me alegra que en el gremio todavía queden voces sensatas. Déjenme hablar un minuto, si no los convenzo, los mandan a la Tierra y se atienen a las consecuencias.

—Un minuto —respondió Gabriel, que tenía muchas ganas de encontrarse con su chica pero no quería quedar mal con el Sublime Arquitecto.

—Los Imples son seres muy especiales. Piensen un poco. En todo el universo, son los únicos que no sólo que no necesitan trabajar para llegar a fin de mes sino que no tienen ni idea de lo que es el trabajo. Para ellos «ganarse el pan con el sudor de la frente» no existe. Se la pasan todo el día sin hacer nada. No hacen ni el amor. Se reproducen por contacto cuando el viento los empuja de un lugar para el otro. Si es por ellos, viven y mueren en el mismo lugar sin juntarse con nadie. Poner una agencia de turismo en donde hay Imples sería como querer venderles hielo a los esquimales. No comen. NO COMEN, CHICOS. Su Jefe los hizo así, no se alimentan ni de prana. No lo necesitan. Frío, calor, les da lo mismo. Y lo peor de todo es que no se aburren. No me pregunten cómo nuestro Padre logró ese milagro, pero si los miran bien van a ver que parece que sonríen todo el tiempo. Yo creo que es una aberración de la naturaleza, pero ustedes ya saben que desde lo que popularmente se conoce como «mi caída» cualquier cosa que diga está mal vista. Por eso no se preocupen. Lo que sí les digo es que si los mandan a la Tierra más vale que les elijan el lugar con cuidado. Por lo que sé, las cosas allá no están nada fáciles. Yo que ustedes, me hacía un viajecito, reconocía la zona, y los dejaba en un lugar en que puedan durar por lo menos unos años.



—No, no, ir para allá es imposible. Estamos con muchísimo trabajo —respondió Gabriel, tratando de evitar lo que ya parecía inevitable, empezando a aceptar la posibilidad de tener que seguir relacionándose siempre con ángeles con nombre de varón.

—Dale, Gabo, va a ser divertido. Y volvemos en menos de lo que Mercurio da una vuelta alrededor del sol —insistió Ariel.

La discusión continuó un poco más, pero finalmente se decidió que los dos ángeles del Señor viajarían hasta la Tierra con los Imples para dejarlos en un lugar seguro.

Lo que nunca supo Gabriel es que aquella noche, mientras él viajaba para cumplir con su misión de la mejor manera posible, el Rey de las Tinieblas llevó a la que iba a ser su ángel de Victoria´s Secret de paseo por una galaxia inexplorada, la sedujo y le hizo el amor en un planeta gigante que tenía siete lunas y el mayor índice del universo de estrellas fugaces caídas por minuto.

Otro detalle, no menor, es que Ariel, por ayudarlo a concretar sus planes, recibió importantes beneficios de su verdadero Jefe.

¿Quién era su verdadero Jefe? Ese es el gran misterio de esta crónica.





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