Así en la Tierra como en el cielo

Si Dios existe y es todo amor, los problemas tienen que surgir de sus limitaciones técnicas o de su incapacidad para administrar con eficiencia un espacio infinito.

Es evidente que algo raro pasa.

A cualquiera le cuesta creer que un universo tan maravilloso como este en el que vivimos se haya creado de manera espontánea, sin embargo, hasta el más entusiasta de los mortales se ve inclinado a creer que las inundaciones, el frío y el hambre no pueden ser otra cosa que un subproducto indeseado del acto creativo de alguien que todavía no domina el arte.

¿A qué ser amoroso se le pueden ocurrir las caries y los hongos en las uñas de los pies?

Una raza capaz de construir aviones y tostadoras no puede ser fruto de la casualidad.

De algún lugar salió toda esta ensalada.

Nos gusta pensar que existimos y que nos damos cuenta de que existimos.

Yo estoy aquí, tecleando unas palabras.

Si vos las estás leyendo, las estás leyendo.

Eso no se discute.

Si no partimos de esa base, no podemos conversar de nada. 

Ahora, de dónde surgió nuestra consciencia, y, si nos fué otorgada por otro ser que ya la poseyera o pudiera crearla, de dónde surgió la de ese ser, ese es un tema del que no podemos discutir porque nos llevará inevitablemente a la conclusión de que todo fue un de repente chin pun pan y todo el mundo a pensar, hacer el amor y a construir rascacielos.

Creo que los más prudente será dedicarme a hacer algo útil.

Pintar la casa, lavar el auto, hacer pan.

Si Dios estuviera pensando en mi para realizar su Obra, lo más sensato sería ponerme a trabajar.

Si así no fuera, por lo menos tendría mi casa pintada, el auto limpio y pan para el desayuno.




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