Ave Fénix

El Coreógrafo del Silencio lo hizo de nuevo: renació de sus cenizas.

En cuanto me enteré que había vuelto a la tierra del mate y el dulce de leche, fui a visitarlo a su nuevo estudio.

Cuando le pregunté a su secretaria —una holandesa bisexual que dejó sus cosas en Amsterdam para venir a trabajar con él— cómo estaba mi amigo, respondió: "antes de desayunar, ya practicó tantra blanco, visualizó universos en donde el amor incondicional es tan común como las tostadas o las mariposas, escribió, con su famosa tinta invisible, una o dos obras cumbre, se bañó, le dio de comer al gato, revisó su correo electrónico y agradeció a la existencia por la oportunidad de estar presente un día más en este planeta maravilloso."

—¿Te parece que tendrá tiempo para verme hoy? —, le pregunté, hipnotizado por su belleza y la fluidez con que hablaba el castellano.

—Claro —, respondió. Si no ¿para qué?¿Qué sentido tendría su arte si no pudiera compartirlo con un amigo? —, preguntó ella.

—Me gusta tu estilo —, respondí, con la esperanza de profundizar un poco más en nuestra recién nacida relación.

—Cuando conozcas el de Asha, te va a encantar. Es una DJ amiga que viene mañana a pasar unos días conmigo —, dijo.

¿Te parece que le gustará conocerme?

—No me parece... estoy segura. Le gusta más la matraca que respirar. Es una geisha. Te va a dejar temblando —, aseguró.

En ese momento, ingresó al estudio el Poeta Sin Obra.


¡Querido! ¡Qué alegría verlo! —, exclamó.

—Maestro... ¡Tanto tiempo! ¿En dónde anduvo?—, pregunté yo, emocionado, un poco por encontrarlo y otro poco por lo que me acababa de decir su secretaria.

—Mire... como se imaginará, es mucho lo que tenemos que charlar.. siempre y cuando esté dispuesto a recorrer una vez más los intrincados laberintos de la palabra, claro. Para darle un anticipo, le diré que he estado aquí, allá y en todas partes, como cantaban Los Beatles... y también he estado en el medio, como decía King Krimson... he estado en ese lugar que escapa a toda descripción pero del que siempre es bueno hablar porque estimula y sienta bien. Si me permite, lo invito a almorzar. Estoy con un hambre que parece dos. Vengo de mi curso de origami y fue una clase muy intensa. Por primera vez, logré despegarme del patrón grulla y conseguí reproducir con pocos pliegues la imagen perfecta de un barman japonés en el exilio —, dijo, mientras Marieke, que así se llama su secretaria, tomaba nota, y yo me anticipaba a un almuerzo rico en nutrientes, tanto para el cuerpo como para el alma.

—Perfecto, vamos —, respondí. 

Era un día de fiesta. 

Me había reencontrado con el Maestro Sin Enseñanza, pronto estaría frente a un plato de ravioles con crema, y vislumbraba la posibilidad de relacionarme con una ninfómana holandesa llamada Asha.

¿Qué más podía pedir?








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