Más allá de la realidad virtual

—Mientras sigan defendiendo el paradigma tradicional, no van a encontrar satisfacción. Van a estar como Jagger y Richards en los 70. Yo sé que algunos de ustedes abrigan la esperanza de que la tecnología los libere para siempre y como por arte de magia de las invisibles garras del aburrimiento. Lamento informarles que eso no va a suceder. La liberación no va a venir de afuera. Los mayores logros de la inteligencia artificial no conseguirán traer a sus vidas más que pequeñas alegrías ilusorias y nuevas versiones de lo mismo. A partir de ahora, serán ustedes los responsables por su propia felicidad. Ah... y si les piden a sus papis que les compren anteojos de realidad virtual para poder empezar a vivir aventuras extraordinarias, se van a convertir en unos papanatas —, dijo El Coreógrafo del Silencio. 

¿Que quiere decir papanatas, señor? —, preguntó uno de los niños.

—Te ruego, por favor, que no me llames señor o te voy a tener que empezar a llamar de usted. Estamos entre amigos... La definición de papanatas la pueden encontrar en Internet, eso se los voy a dejar como tarea para el hogar, pero estoy seguro de que ustedes, que no se han convertido en papanatas porque son muy jóvenes y el sistema todavía no consiguió corromperlos por completo, entenderán que no es algo de lo que enorgullecerse. 


Los niños lo miraban como si fuera un extraterrestre. 

Me atrevo a imaginar que ni siquiera trataban de entender lo que quería decirles pero lo escuchaban por dos razones muy importantes:

1 - Sabían que tenía golosinas.
2 - Porque siempre que iba a la plaza iba disfrazado mitad de unicornio y mitad de bailarina clásica, y eso los hacía reír.

Los padres de los niños los dejaban jugar con él porque creían que era un empleado municipal y aprovechaban el momento para fumar en paz o conversar entre ellos.

Si hubieran sabido que el Poeta sin Obra estaba desplegando ante sus descendientes todo el arsenal de su repertorio revolucionario, los hubieran llevado a otra plaza.


—Si analizan la historia de la humanidad, verán que desde tiempo inmemorial la gente está tratando de divertirse. No sé si conocen a Cindy Lauper, la que cantaba "Girls just wanna have fun". Bueno, no son sólo las girls las que quieren divertirse, los muchachos también. La verdad es que todo el mundo anda en la misma. Eso sí, les pido por favor que no me vengan con los, las, les, y el lenguaje inclusivo, porque soy muy de vanguardia pero ya estoy grande para esas cosas. El asunto es que siempre se puso la felicidad en manos de otros: astronautas, políticos, religiosos, etc. A lo largo de la historia, fueron muy pocos los que entendieron que ese era un callejón sin salida que no podía desembocar en otro lugar que en la realidad virtual. Queridos... la única virtud de la realidad virtual es que es el último paso antes del despertar. ¿Adónde van a llegar con esa payasada? A ponerles un anteojito en donde tengan amigos y personas que los quieran. No se dejen engañar, chicos, los yates y los viajes estelares son para personas desagradecidas, para perturbados sin glamour. Para ustedes yo quiero algo mejor —, dijo El Coreógrafo.

¿Trajiste golosinas? —, preguntó una nena.

—Obvio. Te agradezco que me tutees. Es muy feo que te traten como si fueras una pieza de museo. A ver, criaturas, permitan que sus estómagos comiencen a segregar jugos gástricos, déjense llevar por el aroma de estas golosinas light... y no tengan miedo que no son light porque les falte azúcar sino porque están cargadas con la luz (light) del amor incondicional que brota de mi corazón como un río de montaña. Sepan que pronto podrán degustarlas con las papilas gustativas de esas sus lenguas juveniles que hoy han sido preparadas, a nivel inconsciente, para ser capaces de expresar lo inexpresable, o, mejor aún, para atestiguarlo y disfrutarlo sin necesidad de expresarlo, ya que, como algún día comprenderán, solo ya se expresa bastante bien.

En ese momento, el Coreógrafo del Silencio abrió su mochila y de ella empezaron a salir turrones, palitos de la selva, maníes con chocolate, helados, flanes con dulce de leche, y otras maravillas que hicieron que los niños gritaran de alegría.

Yo veía todo eso con mis anteojos de realidad virtual y me alegraba, pero, en el fondo más fondo del fondo de mi ser, quería que fuera realidad real.



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