Salida de emergencia

Desesperado, empecé a buscar una salida.

Era una emergencia.

No veía ni puertas ni ventanas.

Quise frotarme los ojos, para tratar de ver por lo menos un camino, pero no pude: no tenía manos, ni brazos, ni ojos.

Me había convertido en una medusa, en una ballena de gelatina nadando en un mar de gelatina.

Estaba irreconocible.

De haber habido un testigo, diferenciarme de un delfín o un transatlántico le hubiera sido imposible, porque los transatlánticos y los delfines se habían convertido también en gelatina.

—Por lo menos, tengo conciencia —, me dije. 
—Tal vez soy Dios y este es el famoso "en el principio era el caos". En este caso, un caos de gelatina —, agregué.
—Lo que necesito es expresar mi voluntad. Decir "que pase tal cosa" y que esa cosa pase. Si sólo pudiera pensar en otra cosa que no fuera gelatina — seguí agregando, porque mi cerebro era de gelatina y en ese momento no se me ocurría nada mejor que hacer.

Una salida. Una salida de emergencia. Eso es lo que necesito. 


Me propuse encontrarla y en el momento en que me lo propuse se manifestó ante mis recién nacidos ojos de manera inmediata. 


Tenía de todo: ojos, piernas, corazón, etc. Hasta documentos tenía. 


El asunto es que andaba buscando una salida y lo que encontré fue eso.

Era al igual que la mayoría de las salidas que uno suele imaginar una puerta.


La crucé y me encontré con lo que parecía ser un callejón sin salida.


—Ahora sí que estoy hasta las manos —, pensé.

—De esta no sé cómo voy a salir, y volver para atrás ni loco —, me dije a mi mismo, con la voz de un mecánico dental que había conocido cuando era niño, un domingo de agosto que me llevaron al circo.

Gelatina. Gelatina. Salida, salida. (Alcoyana, Alcoyana. Covre, Covre).


Ahí está. Televisión. 


Necesito teletransportarme. 


Voy a pensar en una playa.


En el momento en que pensé en la playa, aparecí en la playa.

Ahí empecé a darme cuenta de cómo venía la mano y pensé: dos suecas. 


Aparecieron las suecas. 


Tengo que confesar que en cuanto me di cuenta de cómo funcionaban las cosas, exageré un poco.


Te imaginarás: palmitos, champagne, casino. Ese tipo de cosas. En esos momentos nadie quiere ser neurocirujano.


Le di al rocanrol hasta que me cansé. 


Me fui a dormir con la conciencia tranquila. 


Había encontrado algo mucho mejor que lo que buscaba.



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