Orgullo feminista

Me encanta que mi mujer me mantenga.

No tengo prejuicios.

Entiendo que durante mucho tiempo las mujeres fueron relegadas a encargarse de las tareas del hogar y lo soportaron sin protestar.

Yo tampoco protesto.

Estoy feliz de quedarme en casa mientras ella se realiza como mujer y profesional.

Además de amarla, la admiro. Es muy exitosa.

Gana tanto dinero que ni siquiera necesito lavar, planchar o cocinar.

Contratamos personal de servicio que se encarga de todo lo doméstico, incluso de las compras y la administración.

Ella es tan eficiente que hasta creó un manual para que todos sepan lo que tienen que hacer.

Mi único deber cotidiano es informarles a los cocineros lo que queremos comer.

—Buen día, queridos —, les digo cuando me levanto. —Hoy vamos con la entrada 9, el plato 24 y el postre 32. Gracias, los amo .

Ese sería mi día de trabajo habitual.

Tengo que confesar que en lo único que no soy un feminista ortodoxo es en el hecho de que soy medio polígamo. No mucho, pero sí abierto al amor.

Para empezar, permito que la chica de la limpieza me bañe. 

Y, para ser honesto, digamos que le permito también que alivie otras tensiones que puedo acumular por el hecho de dedicarme todo el día a no hacer nada.

Hay que ver cómo cansa el "dolce far niente" cuando se le da rienda suelta y no encuentra límites de ningún tipo.

Después, tengo una amiga en el gimnasio con la que me encuentro de vez en cuando.

Eso es todo con respecto a mi poligamia.

Creo que no exagero, aunque tampoco le doy esta información a mi mujer para ver qué le parece.

Cada cual con lo suyo.

A mi favor, puedo decir que no soy celoso.

Ni se me ocurre preguntarle a ella lo que hace o deja de hacer.

Si se va por negocios a Tailandia, no le pido que me cuente detalles. La dejo tranquila.

Me encanta que mi mujer se encargue de todo. 

Hasta en el sexo soy feminista.

Ella a veces intenta sugerir que por lo menos en la cama yo podría ser un poco más activo, pero se reprime porque se da cuenta de que eso la colocaría en un rol machista que no quiere asumir. 

Le encanta tener un marido feminista y no quiere arriesgarse a perderlo pidiéndole que haga cosas que no le surgen naturalmente.

Creo que encontramos el equilibrio perfecto. 

Somos muy felices.



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