Puntos de vista
—No nací en un año,
nací en la eternidad. No nací en un lugar, nací en el infinito. No soy yo, soy
la vida manifestándose aquí y ahora —, dijo el Coreógrafo del Silencio.
—Pero cuando le duele
una muela va al dentista... —, respondí.
—Claro. ¿Qué quiere
que haga, que me aguante?
—No, digo, porque por
la manera en que lo dice parece que fuera un santo que está más allá del bien y
del mal.
—Esa podría ser su
interpretación limitada de mi poesía revolucionaria. Además, ¿qué le hace
suponer que después de lo que le dije no soy también un santo que está más allá
del bien y del mal?
—Maestro, hoy está muy
profundo. Me parece que lo que más me conviene es permanecer en silencio.
—Mire, querido, el
silencio, a veces, es la mejor respuesta. Otras, es una tontería. Las cosas son en
función del contexto. En este caso, sería una tontería. Si usted se quedara en silencio, esta conversación se
convertiría en un monólogo y yo en la vida aburriéndose en el aquí y ahora. A mí me gusta que hable, aunque
diga pavadas.
—Ah, disculpe. Pensé
que estaba brillando en su máximo esplendor. Eso de no nacer en un año
ni en un lugar es muy bueno... ¿Cómo se le ocurrió, si es verdad que está bajo
de energía?
—Debe haber sido porque en el fondo, a pesar de todo, soy un poeta. Que viva de rentas es otro asunto... o tal vez sea el origen de
mi poesía, hoy no sé qué decirle. Un poeta transmuta, sublima. Es un
alquimista. Yo no sé si seré tanto, pero se me ocurrió esa frase y se la quería
decir a alguien. Me pareció que usted la iba a saber apreciar.
—La aprecié mucho. La
aprecié tanto que la voy a poner en un cuadrito... o la voy a usar como fondo
de pantalla.
—Le agradezco, me
levanta un poco el ánimo.
—¿Y qué le parece si
para levantarlo un poco más vamos a un Centro Cultural, a alguna plaza? Es
un día primaveral. Mire si tenemos la suerte de poder discutir sus ideas con
dos turistas suecas.
—Me gusta su punto de
vista. Vamos.