Últimas noticias del corazón
Tenía la mirada clásica de las estatuas, y ese temor silencioso y ancestral tan característico del viento cuando el aire no se mueve.
Estaba solo en una fiesta, yendo de un lado para el otro, latiendo por latir.
Daba la impresión de que hacía años que no leía un diario o se embarcaba en una aventura romántica.
—Vamos a darle un electroshock —, sugirió un empresario.
—No, no —, gritó una poetisa. —Lo que este corazón necesita es una dosis de esperanza.
—Querida, ustedes los idealistas creen que todo se arregla con afirmaciones positivas. En este caso, necesitamos tomar medidas urgentes. Cuando un corazón muestra el mismo entusiasmo que un riñón, estamos en problemas. Todos los órganos son importantes, sí, imprescindibles para el correcto funcionamiento del cuerpo, pero cada uno tiene que cumplir con su rol. El corazón no puede relajarse como si sus responsabilidades fueran iguales a las de las uñas de los pies. Tiene que latir con ganas. Y cuando se enfrenta a un peligro, o a un amor, si es que se trata de dos cosas distintas y no de las dos caras de una misma moneda, debe olvidarse de las reglas de la etiqueta y bombear sangre como si fuera un endemoniado, sin pensar en el futuro. Ese es su trabajo —, retrucó el empresario.
—Mire, usted sabrá mucho de empresas pero de corazones no sabe nada. Y de poetas y de idealistas, menos. Le sugiero que se dedique a sus asuntos y me permita hacerme cargo de esta situación a mí, que, modestia aparte, soy una especialista —, respondió la poetisa.
El empresario estaba bastante triste porque su mujer lo había dejado por un astrólogo fisiculturista. Siguió defendiendo su punto de vista hasta que la poetisa lo besó en la boca.
El corazón miraba todo con una actitud similar a la que deben adoptar las personas que no tienen hijos y se ven obligadas por las circunstancias a hacer un comentario sobre los dibujitos que hacen en el jardín de infantes los hijos de las personas que conocen.
La poetisa y el empresario empezaron a besarse como si no hubiera más en el mundo.
El corazón, aliviado, aprovechó ese momento para retirarse, silbando bajito, uno de sus tangos favoritos.
—Lo único que faltaba... que estos principiantes me vengan a querer enseñar a mí... —, dijo.