All along the watchtower
La mala es que no se trata de una salida propiamente dicha sino de una solución alternativa, ya que la única manera de acceder a esa disposición de la conciencia es liberarse de todo lo que parece tenernos atrapados.
La rata, presa en un laberinto, busca la manera de escapar.
Su instinto le dice que en algún lugar tiene que haber un hueco que le permita volver a su entorno natural.
Los científicos que la estudian están tan presos como ella y al igual que su compañera de aventuras se ilusionan con la posibilidad de escapar de su propio laberinto al hacer un gran descubrimiento.
Tú, que no eres ni una rata ni un científico, pero sientes en las vísceras que algo no está bien, encuentras límites en tu cuerpo, tu casa, tus costumbres, tu ciudad, tu país, tu mundo, o en el infinito mismo.
Si tienes suerte, has disfrutado del sexo y has podido hacer algunas compras, algunos viajes.
Si no, todavía crees que algún estímulo te traerá la felicidad que anhelas.
Si yo te dijera que eso no va a ocurrir, no me creerías, por la misma razón por la que la rata no puede creer que no exista una salida para escapar del laberinto en que se encuentra.
Podemos dar un salto cuántico de conciencia con el cual las ratas todavía son incapaces de soñar: podemos disolver la realidad, hacerla incorpórea y transformarla en un océano inexistente de posibilidades infinitas en un abrir y cerrar de ojos (o incluso más rápido si logramos posicionarnos en ese espacio en donde el tiempo no existe y somos libres de la espantosa trilogía conocida como ayer, hoy y mañana).
Algunos se preguntarán si ese salto cuántico nos librará de la muerte.
Lamentablemente, no puedo responder esa pregunta (en este mismo momento me encuentro en ese estado que está más allá de toda dualidad), pero sí puedo decirles que cuando esa pregunta deja de ser importante lo que queda de uno se siente como si hubiera ganado la Lotería y encontrado el amor al mismo tiempo.