Compro, luego existo
Cuando compro, me siento vivo.
En el supermercado, me vuelvo loco. Quiero hasta las cosas que no me sirven. Quiero un taladro, un colador, una lata de cualquier cosa. No me importa qué. Lo quiero todo.
Me gusta tanto comprar que visualizo mis compras antes de hacerlas.
Me imagino bañándome, secándome y después vistiéndome para ir a comprar.
Me veo abriendo la billetera para comprobar que está la tarjeta.
Me visualizo entrando al súper, surcando las góndolas con total confianza, eligiendo los palmitos más caros, empujando mi changuito con la dignidad de un emperador que sabe que llega para conquistar.
Me visualizo en distintos shoppings.
Me veo llegando a mi casa con muchos paquetes, cajas y bolsas.
Puedo sentirlo.
Me preparo unos mates. Miro el botín.
Como soy un practicante de tantra, sé contenerme. No busco el orgasmo, busco la liberación.
Camino alrededor de mis nuevos productos como si fuera un tigre que arrinconó un venado pero espera el momento justo para atacar.
Tomo uno en mis manos.
—La afeitadora eléctrica —, pienso.
—Las sábanas de seda... cómo voy a dormir cuando las use...
En el supermercado, me vuelvo loco. Quiero hasta las cosas que no me sirven. Quiero un taladro, un colador, una lata de cualquier cosa. No me importa qué. Lo quiero todo.
Me gusta tanto comprar que visualizo mis compras antes de hacerlas.
Me imagino bañándome, secándome y después vistiéndome para ir a comprar.
Me veo abriendo la billetera para comprobar que está la tarjeta.
Me visualizo entrando al súper, surcando las góndolas con total confianza, eligiendo los palmitos más caros, empujando mi changuito con la dignidad de un emperador que sabe que llega para conquistar.
Me visualizo en distintos shoppings.
Me veo llegando a mi casa con muchos paquetes, cajas y bolsas.
Puedo sentirlo.
Me preparo unos mates. Miro el botín.
Como soy un practicante de tantra, sé contenerme. No busco el orgasmo, busco la liberación.
Camino alrededor de mis nuevos productos como si fuera un tigre que arrinconó un venado pero espera el momento justo para atacar.
Tomo uno en mis manos.
—La afeitadora eléctrica —, pienso.
Tomo otro.
Así, sigo imaginando hasta que me decido a abrir uno.
Generalmente, empiezo por algo de comer. Un chocolate.
Como un pedacito. Lo envuelvo de nuevo y me preparo para salir.
Pero no salgo para comprar.
Salgo para disfrutar, para imaginar lo feliz que voy a ser cuando empiece a usar mis cosas nuevas.
Salgo para disfrutar, para imaginar lo feliz que voy a ser cuando empiece a usar mis cosas nuevas.
Cierro bien la puerta y empiezo a caminar sin rumbo.