Contracultura

Las corporaciones y sus secretarios ejecutivos (los gobiernos) tienen objetivos que rara vez coinciden con los de las personas que permiten su existencia (los ciudadanos comunes).

Representan uno de los aspectos más oscuros de la humanidad: el ansia desmedida de poder.

Lamentablemente para los ciudadanos comunes, las personas que dirigen las corporaciones están lejos de la sabiduría.

En su afán descontrolado de poseerlo todo no consiguen ver que sus prácticas son autodestructivas.

La pregunta es qué podemos hacer para ayudarlos y ayudarnos, para protegernos de su enfermedad.

Como les falta consciencia pero no inteligencia, son dueños de los medios de comunicación y organizan la educación de modo que se perpetúe el modelo en el que por el momento pueden mantener la calidad de vida a la cual están acostumbrados.

La población general es mantenida en ese punto justo en el cual siente deseos de protestar todo el día pero no cree que rebelarse contra el sistema justifique el riesgo de perder lo poco que tiene.

Quienes hayan llegado hasta aquí dirán: tenemos Internet.

Si la gente estuviera tan mal que sintiera una necesidad genuina de cambiar, tal vez.

Mientras tanto, lo único que podríamos hacer es organizar una marcha y protestar al aire libre.

Ese tipo de protestas está contemplado en el organigrama corporativo como una perturbación de bajo impacto.

La única solución que veo por el momento (y les ruego que me ayuden a pensar) es la organización de una cultura paralela.

Tenemos suficiente conocimiento y tecnología para que todos podamos vivir bien.

Lo que nos falta es una organización más amorosa.

Lo que podemos ir haciendo es organizarnos en pequeña escala, actuando en forma individual y grupal, sin esperar soluciones gubernamentales.

Gestos cotidianos, permacultura.

Agruparnos y crear una energía distinta, que crezca hasta que los grandes capitalistas digan: vivir como ellos es mejor, íbamos por mal camino, vamos a probar otra cosa.



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