Personal Jesus
Volví como quien vuelve a la respiración o a una relación antigua.
En este caso, hablamos de dos regresos simultáneos: a la escritura y de mis vacaciones.
Con respecto a mi viaje, lo más destacable son las fotos que ilustran estas palabras, algunos recuerdos marinos y la autofelicitación que me doy por haber tenido el coraje de iniciarme al mundo de la prostitución (como cliente).
Después de dedicarle algunas palabras a mi quincuagésimo regreso al mundo de la escritura, voy a comentar las fotos.
Nota: como imaginarás, no fueron tantos regresos, pero no pude resistirme a la tentación de usar la palabra quincuagésimo.
En cuanto a mi relación con la escritura, me atrevo a pensar, y creo que con algún fundamento, que con el tiempo va mejorando.
Estoy casi seguro de que ahora escribo mejor que antes, pero no es a eso a lo que me refiero.
Lo que está mejorando es el carácter de la motivación que me impulsa.
Cuando empecé, quería ser famoso (En realidad, rico. En mi ignorancia, siempre vi la fama como a una compañera inseparable de la riqueza).
Ahora me alcanza con poder teclear y de algún modo organizar a través de la palabra mi universo personal.
No sólo porque no me volví ni famoso ni rico, sino porque ya no espero que la fama o la riqueza vengan a través de la escritura.
Antes, mi lector ideal era una adolescente húngara bisexual dispuesta a dejarlo todo por complacerme.
Ahora no tengo un lector ideal. Y, tal vez por el hecho de haberme iniciado al la prostitución, o por el simple paso del tiempo, mi fascinación por las adolescentes húngaras disminuyó a tal punto que creo que ahora deben ocupar un espacio minúsculo incluso en mi inconsciente más profundo.
Entonces, y resumiendo, ya que con esta nueva actitud no tenemos ningún apuro pero no por eso vamos a hacer de cada experiencia literaria un viaje de dos horas, el asunto es que volví más libre y desapegado.
Pasando al asunto de las imágenes, había pensado en un segundo título para este opúsculo: La venganza de los mercaderes del templo.
Si tenés un mínimo conocimiento bíblico, sabrás que existe un episodio en el que Jesús hace un chicote de cuerdas y expulsa a los mercaderes del templo.
Esta es una imagen que sorprende a muchos creyentes que lo ven como el Cordero de Dios, incapaz de cualquier cosa que no sea paz y amor, y por eso no es muy comentada en las misas de los domingos.
Lo que quiero señalar es que esa actitud enérgica y combativa no parece haber sido tan eficaz como dramática.
Dos mil años después, la imagen de Cristo se vende junto a otras artesanías.
Si esta tendencia continúa evolucionando, no sería extraño que pronto nos encontremos con que afuera de algún templo se vende una imagen de Jesús expulsando a los mercaderes del templo.
Yo soy optimista por opción, pero ante esta imagen no puedo evitar recordar a un amigo que mientras preparaba un jugo de sobre imaginó que en el futuro los alimentos serán tan escasos que existirán polvos que imiten el sabor de los jugos de sobre.
De Cristo guardo la Regla de Oro: tratá a los demás como te gustaría que te traten, o, mejor aún, tratalos como te parece que a ellos les gustaría ser tratados.
En este caso, hablamos de dos regresos simultáneos: a la escritura y de mis vacaciones.
Con respecto a mi viaje, lo más destacable son las fotos que ilustran estas palabras, algunos recuerdos marinos y la autofelicitación que me doy por haber tenido el coraje de iniciarme al mundo de la prostitución (como cliente).
Después de dedicarle algunas palabras a mi quincuagésimo regreso al mundo de la escritura, voy a comentar las fotos.
Nota: como imaginarás, no fueron tantos regresos, pero no pude resistirme a la tentación de usar la palabra quincuagésimo.
En cuanto a mi relación con la escritura, me atrevo a pensar, y creo que con algún fundamento, que con el tiempo va mejorando.
Estoy casi seguro de que ahora escribo mejor que antes, pero no es a eso a lo que me refiero.
Lo que está mejorando es el carácter de la motivación que me impulsa.
Cuando empecé, quería ser famoso (En realidad, rico. En mi ignorancia, siempre vi la fama como a una compañera inseparable de la riqueza).
Ahora me alcanza con poder teclear y de algún modo organizar a través de la palabra mi universo personal.
No sólo porque no me volví ni famoso ni rico, sino porque ya no espero que la fama o la riqueza vengan a través de la escritura.
Antes, mi lector ideal era una adolescente húngara bisexual dispuesta a dejarlo todo por complacerme.
Ahora no tengo un lector ideal. Y, tal vez por el hecho de haberme iniciado al la prostitución, o por el simple paso del tiempo, mi fascinación por las adolescentes húngaras disminuyó a tal punto que creo que ahora deben ocupar un espacio minúsculo incluso en mi inconsciente más profundo.
Entonces, y resumiendo, ya que con esta nueva actitud no tenemos ningún apuro pero no por eso vamos a hacer de cada experiencia literaria un viaje de dos horas, el asunto es que volví más libre y desapegado.
Pasando al asunto de las imágenes, había pensado en un segundo título para este opúsculo: La venganza de los mercaderes del templo.
Si tenés un mínimo conocimiento bíblico, sabrás que existe un episodio en el que Jesús hace un chicote de cuerdas y expulsa a los mercaderes del templo.
Esta es una imagen que sorprende a muchos creyentes que lo ven como el Cordero de Dios, incapaz de cualquier cosa que no sea paz y amor, y por eso no es muy comentada en las misas de los domingos.
Lo que quiero señalar es que esa actitud enérgica y combativa no parece haber sido tan eficaz como dramática.
Dos mil años después, la imagen de Cristo se vende junto a otras artesanías.
Si esta tendencia continúa evolucionando, no sería extraño que pronto nos encontremos con que afuera de algún templo se vende una imagen de Jesús expulsando a los mercaderes del templo.
Yo soy optimista por opción, pero ante esta imagen no puedo evitar recordar a un amigo que mientras preparaba un jugo de sobre imaginó que en el futuro los alimentos serán tan escasos que existirán polvos que imiten el sabor de los jugos de sobre.
De Cristo guardo la Regla de Oro: tratá a los demás como te gustaría que te traten, o, mejor aún, tratalos como te parece que a ellos les gustaría ser tratados.
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