La vida es una milonga

Por un instante, imaginemos que el mundo es una pelota de fútbol y que con ella se está disputando un partido de la Copa Interestelar de las Galaxias del Sur.

Los jugadores son dioses que viven en una dimensión del tiempo muy parecida al concepto que en general tenemos de eternidad.

Quiero decir que para la mayoría de nosotros la eternidad es algo que imaginamos como mucho tiempo.

Convengamos que sólo un selecto grupo de sibaritas e intelectuales de clase media alta se atreve a entenderla como un fenómeno que lo trasciende.

Volviendo al asunto de los dioses jugando al fútbol, imaginemos que para ellos la existencia de los dinosaurios, los meteoritos y la historia de la humanidad desde sus primordios hasta nuestros días, transcurriría más o menos en lo que para nosotros sería una millonésima de segundo.

Tss.

Ni se darían cuenta de lo que podría estar pasando en esa pelota que para nosotros seguiría siendo enorme y para ellos del tamaño justo para darle una patada y pasársela a un compañero (o compañera) o clavarla en un ángulo si fuera un tiro libre o un penal.

Quiero decir que así como nosotros no sabemos nada de la flora y la fauna de micróbios y electrones que tienen su existencia en una pelota de fútbol, ellos ni se enterarían de nuestras cosas y apenas se prepararían para patear en tiempos para nosotros inconcebibles con toda la impunidad que les proporcionaría su ignorancia.

Con esta analogía pretendo transmitir dos ideas fundamentales:

1 - Tal vez no seamos tan importantes como nos gusta creer que somos.

2 - Mientras nuestro pequeño universo no se vea perturbado por la patada brutal de un dios incosciente, tenemos la oportunidad de jugar nuestros propios juegos, de vivir nuestras vidas y aburrirnos o divertirnos con la misma libertad con la que lo hacen ellos (siempre y cuando seamos parte del mismo entretejido cósmico y compartamos una misma naturaleza esencial).

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