El problema de la superpoblación en las islas desiertas
Recién me recomendaron un video de Björk: Tabula Rasa.
Es tan lindo que me aburrió en seguida.
Creo que el arte está empezando a cansarme.
Prefiero ver un pájaro en un árbol o un niño que está tratando de dar sus primeros pasos.
Las suspicacias de la inteligencia me recuerdan a los malabaristas de los semáforos: Cuando los veo subirse a una bicicleta de una rueda, revolear clavas prendidas fuego mientras tocan una corneta y mantienen una pelota en la frente, me sorprendo durante dos o tres segundos y en seguida me pregunto si no les convendrá conseguir un trabajo con horario.
Si bien estoy convencido de que muchos trabajos con horario son la versión moderna de la esclavitud, creo que hacer todas esas cosas para después ir a mendigarles unas monedas a personas que están cansadas de ver artistas callejeros no está tan lejos de esa otra realidad insalubre tan temida por los malabaristas que hacen sus piruetas en los semáforos.
En el supermercado me siento muy solo.
Pienso que lo peor que podría pasarme sería ver a una mujer hermosa caminando entre las góndolas, tratar de seducirla, tener exito, ponerme de novio, casarme, tener hijos y ser feliz hasta que la muerte nos separe.
No es que quiera ser Don Quijote, pero veo la margarina como el símbolo perfecto de una perversión colectiva inconsciente que nos ha convertido en autómatas insensibles.
Tenemos que aceptarlo: en algún momento nos salimos del camino.
Los más pesimistas dirán que todavía no entramos, pero a mi me gusta pensar que como especie tuvimos algunos vislumbres, y que existieron y existen semejantes que recorrieron y recorren el recto sendero con dignidad y valentía.
Nota: para abrir el cerrojo es imprescindible sacudir la estructura de la pirámide con un gesto inesperado. Por eso diré la palabra quiropraxia tres veces y continuaré como si aquí no hubiera pasado nada.
Cuando veo que alguien invade un partido de fútbol - principalmente si se trata de alguien desnudo, o desnuda - me alegro, tengo esperanza.
Después pienso que en vez de ser la danza de un iluminado (o iluminada) puede tratarse de alguien con trastornos de la personalidad y me vuelvo a envolver una vez más en la toalla invisible de la rutina para salir a la calle disfrazado de fakir, narcotizado de pena.
Es tan lindo que me aburrió en seguida.
Creo que el arte está empezando a cansarme.
Prefiero ver un pájaro en un árbol o un niño que está tratando de dar sus primeros pasos.
Las suspicacias de la inteligencia me recuerdan a los malabaristas de los semáforos: Cuando los veo subirse a una bicicleta de una rueda, revolear clavas prendidas fuego mientras tocan una corneta y mantienen una pelota en la frente, me sorprendo durante dos o tres segundos y en seguida me pregunto si no les convendrá conseguir un trabajo con horario.
Si bien estoy convencido de que muchos trabajos con horario son la versión moderna de la esclavitud, creo que hacer todas esas cosas para después ir a mendigarles unas monedas a personas que están cansadas de ver artistas callejeros no está tan lejos de esa otra realidad insalubre tan temida por los malabaristas que hacen sus piruetas en los semáforos.
En el supermercado me siento muy solo.
Pienso que lo peor que podría pasarme sería ver a una mujer hermosa caminando entre las góndolas, tratar de seducirla, tener exito, ponerme de novio, casarme, tener hijos y ser feliz hasta que la muerte nos separe.
No es que quiera ser Don Quijote, pero veo la margarina como el símbolo perfecto de una perversión colectiva inconsciente que nos ha convertido en autómatas insensibles.
Tenemos que aceptarlo: en algún momento nos salimos del camino.
Los más pesimistas dirán que todavía no entramos, pero a mi me gusta pensar que como especie tuvimos algunos vislumbres, y que existieron y existen semejantes que recorrieron y recorren el recto sendero con dignidad y valentía.
Nota: para abrir el cerrojo es imprescindible sacudir la estructura de la pirámide con un gesto inesperado. Por eso diré la palabra quiropraxia tres veces y continuaré como si aquí no hubiera pasado nada.
Cuando veo que alguien invade un partido de fútbol - principalmente si se trata de alguien desnudo, o desnuda - me alegro, tengo esperanza.
Después pienso que en vez de ser la danza de un iluminado (o iluminada) puede tratarse de alguien con trastornos de la personalidad y me vuelvo a envolver una vez más en la toalla invisible de la rutina para salir a la calle disfrazado de fakir, narcotizado de pena.
Mi mascota: un puercoespín.
Mi frase favorita: tengo un pez atragantado en la sien.
Mejor me voy a dormir. Es muy temprano para desayunar.
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