Finjo, luego existo
— Ricardo, ahora que nos separamos, te voy a decir algo: fingí el noventa por ciento de los orgasmos.
— Ana, te agradezco la sinceridad, aunque ahora que nos separamos me parece no hacía falta.
— Sí que hacía falta. Es importante que lo sepas para que te esfuerces más... por si alguna vez tenés otra pareja.
— Bueno, entonces creo que también es importante que sepas que yo fingí el noventa por ciento del amor... por si alguna vez tenés otra pareja.
— Eso es ridículo, Ricardo. Si no me querías, ¿para qué estabas conmigo? Además, te aviso que ya tengo otra pareja...
— Ana, yo no soy crítico de arte... tu nivel de actuación me hizo creer el cien por ciento de los orgasmos. Y eso no me lo quita nadie...
— Te estoy diciendo que fueron mentira...
— Como primera medida, te recuerdo que para mí la compasión siempre fue un valor superior a la verdad. El hecho de que me vengas a decir esto ahora no hace más que hacerme sentir pena por quien sea que te acompañe. En cuanto a los orgasmos, no hay palabras que puedan convencerme de que lo que sentí no fue real...
La actriz norteamericana Sharon Stone dijo que las mujeres pueden fingir un orgasmo pero los hombres pueden fingir un relacionamiento entero.
Yo creo que la situación es aún peor: acá no se trata de ver quién puede fingir más.
El asunto es ver cómo hombres y mujeres —y no sólo en el ámbito de la pareja — podrían dejar de fingir.
Según mis recientes investigaciones etimológicas, el verbo fingir viene del latín fingere, que en un comienzo significaba amasar, después hacer moldes, y finalmente simular o aparentar algo.
Del mismo verbo provienen ficción y figura.
Hay también quienes lo asocian con una palabra griega de la que vendría la palabra paraíso.
Los seres humanos civilizados muchas veces nos vemos casi obligados a fingir —e incluso a mentir descaradamente— para tratar de preservar cosas que creemos que son importantes para nosotros.
Otras veces fingimos porque sí, por costumbre, o para tratar de obtener algo que nos parece que la honestidad no podría proporcionarnos.
"Finjo, luego existo", es el lema de la Sociedad de Epistemología Revolucionaria, una organización no gubernamental con fines de lucro que tiene su sede a la vista de todos en un lugar secreto y por razones obvias no tiene una dirección virtual.
Desde un punto de vista un poco más elevado, toda mentira es una forma de la verdad.
Quien puede fingir, es, y quien es, es real aunque esté fingiendo.
— Ana, te agradezco la sinceridad, aunque ahora que nos separamos me parece no hacía falta.
— Sí que hacía falta. Es importante que lo sepas para que te esfuerces más... por si alguna vez tenés otra pareja.
— Bueno, entonces creo que también es importante que sepas que yo fingí el noventa por ciento del amor... por si alguna vez tenés otra pareja.
— Eso es ridículo, Ricardo. Si no me querías, ¿para qué estabas conmigo? Además, te aviso que ya tengo otra pareja...
— Ana, yo no soy crítico de arte... tu nivel de actuación me hizo creer el cien por ciento de los orgasmos. Y eso no me lo quita nadie...
— Te estoy diciendo que fueron mentira...
— Como primera medida, te recuerdo que para mí la compasión siempre fue un valor superior a la verdad. El hecho de que me vengas a decir esto ahora no hace más que hacerme sentir pena por quien sea que te acompañe. En cuanto a los orgasmos, no hay palabras que puedan convencerme de que lo que sentí no fue real...
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La actriz norteamericana Sharon Stone dijo que las mujeres pueden fingir un orgasmo pero los hombres pueden fingir un relacionamiento entero.
Yo creo que la situación es aún peor: acá no se trata de ver quién puede fingir más.
El asunto es ver cómo hombres y mujeres —y no sólo en el ámbito de la pareja — podrían dejar de fingir.
Según mis recientes investigaciones etimológicas, el verbo fingir viene del latín fingere, que en un comienzo significaba amasar, después hacer moldes, y finalmente simular o aparentar algo.
Del mismo verbo provienen ficción y figura.
Hay también quienes lo asocian con una palabra griega de la que vendría la palabra paraíso.
Los seres humanos civilizados muchas veces nos vemos casi obligados a fingir —e incluso a mentir descaradamente— para tratar de preservar cosas que creemos que son importantes para nosotros.
Otras veces fingimos porque sí, por costumbre, o para tratar de obtener algo que nos parece que la honestidad no podría proporcionarnos.
"Finjo, luego existo", es el lema de la Sociedad de Epistemología Revolucionaria, una organización no gubernamental con fines de lucro que tiene su sede a la vista de todos en un lugar secreto y por razones obvias no tiene una dirección virtual.
Desde un punto de vista un poco más elevado, toda mentira es una forma de la verdad.
Quien puede fingir, es, y quien es, es real aunque esté fingiendo.
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