Plaf... plaf...
Acaricié tu recuerdo como si fuera una naranja.
Tuve ganas de vomitar.
Siempre sentí un rechazo visceral por los recuerdos, así fueran del pasado, el presente o el futuro.
Aunque tengo que aceptar que me siento un poco ausente cuando me olvido de mí mismo, mentiría si te dijera que me entusiasma la idea de recordarme.
Me entusiasma mucho más la idea de ganar la Lotería.
—Tucán, tucán —, me grita un alquimista que me odia, pero se ve obligado a dictarme poemas iridiscentes para poder librarse de una vez por todas del karma que lo ata a este planeta poblado apenas por gacelas y robots de protoplasma.
Me siento perdido.
Me encanta.
Flotando en el útero de un fakir de porcelana, apenas tengo fuerzas para subirme al colectivo que no va a ninguna parte.
Miro a los pasajeros.
Veo que no saben que la unidad en la que viajamos es dirigida por control remoto desde un centro de inteligencia artificial con Alzheimer.
Entonces, una vez más, como si fuera un milagro, hago que salga el sol.
Por más que lo intento, no consigo superarme.
Nací para canalizar el agua que calmará la sed de los que no encuentran consuelo en este cementerio.
El sexo, así como la repostería, el Tae Kwon Do, o cualquier otro arte, puede representar un alivio temporal para los viajeros extraviados.
Sí.
No lo niego.
Pero tú y yo sabemos que en el perfume de una rosa no hay más que partículas ordenadas vaya uno a saber por quién para mantener la rueda girando vaya uno a saber por qué.
Alguien podría intentar refutar esta línea de raciocinio diciendo cosas del tipo "ah.. pero la vida es hermosa... qué lindo que es vivir.. no me vas a negar que las rosas son hermosas, ¿no?".
No.
Claro que no.
Tendría que ser un mameluco para negarlo.
Lo que me indigna es la ignorancia esencial con la que tenemos que arrastrarnos por estos desiertos.
Convoquemos a una reunión de consorcio.
Que vengan los ángeles, los demonios, los querubines... que vengan todos, todos los que tienen que ver con la administración de las galaxias, los agujeros negros y demás fenómenos celestes.
Y que venga el mismísimo creador.
Ya es hora de que ponga los puntos sobre las íes, que nos explique qué es lo que está pasando.
La humanidad tiene que dejar de comportarse como un adolescente malcriado.
Propongo que aprovechemos la ocasión para renegociar los términos del contrato, las caries, la muerte y todo lo que merezca una revisión sensata.
Si vemos que no se puede hacer nada, bueno, seguimos así, que tan mal no estamos, pero tal vez con un par de cambios menores le damos un upgrade a la existencia y empezamos de nuevo con ánimos renovados.
¿No?
Tuve ganas de vomitar.
Siempre sentí un rechazo visceral por los recuerdos, así fueran del pasado, el presente o el futuro.
Aunque tengo que aceptar que me siento un poco ausente cuando me olvido de mí mismo, mentiría si te dijera que me entusiasma la idea de recordarme.
Me entusiasma mucho más la idea de ganar la Lotería.
—Tucán, tucán —, me grita un alquimista que me odia, pero se ve obligado a dictarme poemas iridiscentes para poder librarse de una vez por todas del karma que lo ata a este planeta poblado apenas por gacelas y robots de protoplasma.
Me siento perdido.
Me encanta.
Flotando en el útero de un fakir de porcelana, apenas tengo fuerzas para subirme al colectivo que no va a ninguna parte.
Miro a los pasajeros.
Veo que no saben que la unidad en la que viajamos es dirigida por control remoto desde un centro de inteligencia artificial con Alzheimer.
Entonces, una vez más, como si fuera un milagro, hago que salga el sol.
Por más que lo intento, no consigo superarme.
Nací para canalizar el agua que calmará la sed de los que no encuentran consuelo en este cementerio.
El sexo, así como la repostería, el Tae Kwon Do, o cualquier otro arte, puede representar un alivio temporal para los viajeros extraviados.
Sí.
No lo niego.
Pero tú y yo sabemos que en el perfume de una rosa no hay más que partículas ordenadas vaya uno a saber por quién para mantener la rueda girando vaya uno a saber por qué.
Alguien podría intentar refutar esta línea de raciocinio diciendo cosas del tipo "ah.. pero la vida es hermosa... qué lindo que es vivir.. no me vas a negar que las rosas son hermosas, ¿no?".
No.
Claro que no.
Tendría que ser un mameluco para negarlo.
Lo que me indigna es la ignorancia esencial con la que tenemos que arrastrarnos por estos desiertos.
Convoquemos a una reunión de consorcio.
Que vengan los ángeles, los demonios, los querubines... que vengan todos, todos los que tienen que ver con la administración de las galaxias, los agujeros negros y demás fenómenos celestes.
Y que venga el mismísimo creador.
Ya es hora de que ponga los puntos sobre las íes, que nos explique qué es lo que está pasando.
La humanidad tiene que dejar de comportarse como un adolescente malcriado.
Propongo que aprovechemos la ocasión para renegociar los términos del contrato, las caries, la muerte y todo lo que merezca una revisión sensata.
Si vemos que no se puede hacer nada, bueno, seguimos así, que tan mal no estamos, pero tal vez con un par de cambios menores le damos un upgrade a la existencia y empezamos de nuevo con ánimos renovados.
¿No?
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