Regla de oro 3.0

Según cuenta la leyenda, Cristo dijo: "todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos."

En otras latitudes, Confucio lo formuló así: "no hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a tí".

Con todo respeto, creo que llegó la hora de darle un upgrade (o una actualización) a esta regla maravillosa.

La afirmación de Confucio parece estar un poco más cerca del concepto ideal, pero no deja de ser una negación.

Y casi todos los maestros de la Nueva Era aseguran que para lograr lo que uno quiere es necesario afirmarlo de forma positiva.

Por eso, haciendo gala de toda la osadía que habitualmente impulsa a mi ignorancia, me permito reformular la frase de la siguiente manera:

"Trata a los demás de la manera en que tu intuición te diga que a ellos les gustaría ser tratados."

Digo que esta nueva forma de expresar esa sabiduría es un avance porque, por ejemplo, si a mi me gusta el heavy metal, y le regalo a alguien que lo detesta una excelente colección de discos del género, no lo voy a beneficiar en modo alguno.

A una persona que no bebe alcohol, no puedo regalarle una botella de mi vino favorito porque no la va a apreciar.

Si yo adoro el trabajo duro del campo, y le consigo trabajo en una hacienda a alguien que en realidad apenas está dispuesto a realizar mínimos trabajos de oficina para poder pagar sus cuentas, mi aparente generosidad no lo va a favorecer en nada.

Creo que fui claro.

Por las dudas, un último ejemplo que demuestra que la enunciación de Confucio es incompleta:

Supongamos que existiera alguien a quien no le gustara que le practiquen sexo oral, pero tuviera una pareja que lo disfrutara mucho.

Si aplicara la ley de Confucio, diría: "No tengas miedo que nunca te practicaré sexo oral porque yo detesto que me lo hagan a mí."

Un desastre.

La nueva regla es: observemos al otro. 

Si queremos practicar la Regla de Oro 3.0, intentemos beneficiarlo en sus términos y no en los nuestros.

Para llevar el amor ideal a la práctica concreta, tendremos que abandonar nuestras predilecciones y aceptar al otro tal como es, no como nos gustaría que fuera.

Si no podemos hacer eso, no lo llamemos amor, llamémoslo tolerancia, empatía o solidaridad.

Amar es cuidar un cáctus, aunque tenga espinas.



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