El encantador de serpientes


Lo primero que voy a hacer es besarte los piés.

Primero porque es martes, y primero porque tengo ganas.

Primero porque parece que todas las estrellas están en su lugar y segundo porque aunque sea sábado para mí es martes y vos y yo estamos acá y somos libres y tenemos el día libre y porque sí, porque tengo ganas y no se me ocurre nada que me parezca más interesante que empezar el día besando tus piés.

Ahora que la serpiente ha salido del canasto y su cabeza comienza a elevarse por sobre la prisión de mimbre en la creía estar confinada, podemos también empezar a pensar en abandonar algunas de las costumbres que nos mantienen encerrados dentro de los límites de lo que creemos posible.

Si prestas atención, verás que el encantador de serpientes está haciendo su trabajo.

Te invito a que hagamos el nuestro, que es olvidarnos de su flauta y aventurarnos a la libertad como quien va a comprar pan y aparece comandando un submarino o bañándose en un jacuzzi con personas que apenas conoce.

Yo estoy perdido, sí. Me di cuenta cuando era apenas un niño.

Mientras mis compañeritos de escuela estaban preocupados porque nos iban a tomar una prueba, yo estaba pensando seriamente en cómo atravezar paredes sin romperlas, en cómo podría visitar otras galaxias, o en  cómo podría producirles orgasmos a miles de mujeres de manera simultánea con el poder del pensamiento.

Claro que cuando tenía tres años todavía no sabía lo que era un orgasmo, pero ahora me doy cuenta de que de alguna manera la semilla de lo que quería ya estaba ahí.

La idea, en potencia, ya existía.

Ahora que pasó el tiempo, naturalmente, estoy más interesado en la sexualidad de los valles.

Veo las cumbres como un entretenimiento para adolescentes.

Yo quiero orgasmos de veinticuatro horas, más allá del tiempo y el espacio, orgasmos que se transciendan a sí mismos, pacíficos, constantes.

El otro día estaba conversando con una vecina a la que ahora le estoy cuidando la gata porque se fue de viaje y no tenía con quién dejarla.

Me gusta cuidarle la casa porque me gusta su gata y porque tiene pileta.

Creo que conversábamos de trabajo, o de plantas.

Para el tema nos ocupa, no es tan importante el contenido de la conversación como el proceso de encantamiento que estaba sucediendo entonces y que está sucediendo ahora.

Alguien toca la flauta, la serpiente sale del canasto.

Pasa un avión, te olvidas de tí.

Alguien te insulta, te conviertes en gelatina.

Alguien te dice que te ama, crees que el universo es un lugar maravilloso.

Despierta.

Eres tú quien sale del canasto, eres tú quien toca la flauta.

Si observas con atención, verás que también eres el canasto, la flauta y el aire que respiras, y tus ancestros y todo lo que existió, existe y existirá, si es que el tiempo no es un fenómeno contínuo y sus divisiones no son apenas interpretaciones de nuestra percepción limitada por el canasto de la costumbre.



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