El primero te lo regalan
Ya de chiquito el autoconocimiento me interesaba más que el fútbol.
Mis compañeritos, que suponían que como yo leía mucho debía tener algún tipo de saber que ellos no poseían, me consultaban como si fuera el pequeño oráculo del barrio.
Me atrevo a imaginar que si me hubiera dedicado a la psicología, o al tarot, habría acumulado una fortuna aprovechando este don que dicen que todavía tengo para resolver conflictos ajenos.
Sin embargo, no me convertí en un terapeuta sino en un peregrino, y el proceso de la vida me llevó a practicar el arte de la escucha y la respuesta amorosa consciente apenas cuando era necesario.
Debido a eso, mi consultorio nunca tuvo agenda ni dirección estable.
Bares, plazas y habitaciones diversas, fueron, hasta hoy, el escenario en el que se desarrolló mi capacidad innata para transmutar emociones y sugerir posibles caminos a otros peregrinos desorientados.
Mi especialidad son los conflictos de pareja.
De tanto practicar, me volví tan bueno que ahora la demanda por mis servicios supera ampliamente mi capacidad de brindarlos.
Por eso, y por otras razones que no vienen al caso, tomé la decisión de abrir un consultorio sentimental y cobrar por mis consultas.
Espero que quienes disfrutaban de la modalidad gratuita no se sientan desilusionados por esta nueva política y entiendan que mi tiempo y mi capacidad natural para evaluar situaciones, pudiendo al mismo tiempo ofrecer una variada cantidad de alternativas para mejorarlas, es un bien que tiene un valor de mercado tan concreto como el de un auto, un kilo de remolachas o un radio despertador.
Por eso, queridas amigas y amigos, a partir de ahora, cuando me llamen para resolver un problema romántico, sepan que mi hora tiene un valor de u$s 50.
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