Karma

Manu Paladini había reencarnado tantas veces que cada vez que se moría se asustaba al darse cuenta de la cantidad de parientes que tenía que saludar cuando llegaba al cielo.

Prefería nacer de nuevo con tal de poder olvidarse de todo y postergar, al menos por un tiempo, sus infinitos compromisos sociales.

No se daba cuenta de que de ese modo lo único que hacía era generar más karma.

Sufría, además, de la maldición de ser cada vez más simpático en cada una de sus encarnaciones.

La gente lo amaba. Era el alma de las fiestas. Su agenda tenía casi el mismo tamaño que la guía de teléfonos.

Si se hacía un perfil en Facebook, se llenaba inmediatamente con propuestas de amistad de los cinco continentes.

Pensó en retirarse de la sociedad, en ir a vivir a una cueva en la montaña, pero de sabía que esa no sería la solución.

Decidió probar otra estrategia.

Empezó a disfrazarse de bisturí, de cantimplora, de unicornio o medialuna.

Continuó haciendo el bien sin mirar a quien, pero a partir de ese momento siempre de forma anónima.

Así, cuando murió, pudo caminar por el cielo con total tranquilidad, sin ser víctima del cariño incondicional de los que de otro modo hubieran sido sus admiradores.

Cuenta la leyenda que los ángeles que fiscalizan las operaciones celestes decidieron que ya no necesitaba encarnar más y que él, contento como perro con dos colas por haberse librado de la necesidad de estar preso en un cuerpo físico, empezó a hacer viajes estelares vestido apenas con una boina de fotones.

En uno de esos viajes conoció a Ema, una ex profesora de inglés que también iba de planeta en planeta sin más propósito que disfrutar de los distintos tipos de amaneceres que ofrece el universo.

Algunos querubines aseguran que su amor era tan grande que se atrajeron de manera inevitable, como agujeros negros adolescentes que acabaran de descubrir el significado de la palabra pasión, y explotaron como volcanes siderales descorchados súbitamente por impacientes tornados apocalípticos.

Nota: los querubines tienen una tendencia natural al sensacionalismo y suelen exagerar en casi todas sus crónicas.

Buda, consultado por un grupo de académicos noruegos que querían saber más al respecto, le restó importancia al asunto y dijo que se trataba de un proceso totalmente natural, que así se forman las estrellas fugaces y punto.

















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