¿Quién me ha robado el mes de abril?

La verdad, es que todo hace suponer que no me lo robaron. Para ser sincero, creo que me lo regalaron. Fue genial.

Yo entiendo que en cualquier momento se puede desatar una guerra civil, o una mundial, o que puedo verme envuelto en cualquier otra circunstancia espantosa... pero, por ahora, estoy en el cielo.

Me acabo de comer una pizza, estoy bebiendo un vino maravilloso que me regalaron en circunstancias que no puedo hacer públicas, y me dispongo a escribir un rato escuchando a Miles Davis.

¿Qué más puedo pedir?

A quienes hayan llegado hasta estas palabras sin conocer el cuerpo desnudo de mi obra efervescente, les diré que para mí la escritura fue siempre un ejercicio de la libertad, como una golosina o un helado, que es posible que no tengan valor nutritivo, pero que a uno lo hacen sentir bien.

Es verdad que pienso que con el tiempo desarrollé un estilo, y es posible que a alguien le puede interesar dedicar parte de su tiempo a leer estas oraciones que surgen del vacío de mi desapego más profundo.

Pero, vamos, también es cierto que si a nadie le interesaran mis escritos, y con el tiempo no hubiera desarrollado yo un estilo, eso no me detendría.

Este ejercicio es mi terapia y mi testamento.

Vamos a empezar con la música.

Hace meses que no escuchaba un disco. No sé qué me pasó. Antes le dedicaba horas.

El asunto es que mientras me bañaba me acordé de la canción de Sabina "¿Quién me ha robado e mes de abril?"

No es que me guste. En realidad, apenas me acuerdo del estribillo. Creo que nunca la escuché completa. Lo que siempre me gustó es el título. Y ahora me parece muy apropiada.

La música que sí escuché mucho, y es la que estoy escuchando ahora, es la que está en el disco Kind of Blue.

Me acuerdo de que cuando escribí mi primera novela, en Suipacha y Córdoba, en el Centro de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, bebía y/o fumaba, y ponía este disco en repeat. 

Así el tiempo pasaba sin que me diera cuenta. 

Como ahora.

De repente, un trompetazo.

A veces, de sorpresa, Celeste. 

Y eso era como salir de un cielo y entrar a otro. 

Ahora todo cambió... Celeste no me dirige la palabra y en vez de ir a ver conciertos de Spinetta las personas se interesan por L-gante.

Me gustaría poder decir que veinte años no es nada, pero sería faltar a la verdad... es un montón...

El asunto es que ahora, por más que quiera pensar en Celeste, sé que tengo que dejarla ir, que tengo que concentrarme en el ahora... me lo pide Miles...

Y paremos un poco: cada vez que pienso en Celeste, me desconcentro. Dejo de fluir como un río de montaña. Me atasco en el recuerdo, o en la imaginación de un futuro brillante. Me voy del aquí y ahora. 

Nota: Celu, si por algúna razón misteriosa estás leyendo estas palabras, por favor, comunicate conmigo. No te voy a pedir que nos casemos. (Bueno, eso tal vez sea también una mentira). Hagamos aunque sea una videoconferencia. Dale. Prometo que esta vez voy a ser, por lo menos, elegante.

Respiremos.

Creo que la ilusión de que puedo llamarte con el pensamiento me va a acompañar hasta el final.

Cada tanto, pienso tu nombre. Te pongo en algunas meditaciones en donde uno tiene que elegir una persona a la que quiere que le vaya bien. 

Bueno, creo que ahora estoy exagerando. 

Si sigo así, voy a tener que aceptar que algo, o alguien, me ha robado el mes de abril.

¿Este disco habrá empezado de nuevo sin que yo me diera cuenta?

Qué maravilla.

Cuando lo escucho atentamente, cada momento es único.

Cuando lo pongo de fondo, es como si fuera una sóla canción, un sólo momento.

Esos trompetazos me dan ganas de cerrar los ojos y no pensar en nada.



Meditación guiada

Comentarios

Entradas populares