Cómo hacer algo que no sea no hacer nada
Pensemos en la cuarentena y más allá.
Más tarde o más temprano, mejor o peor, la fiebre del virus va a pasar y todos vamos a tener que adaptarnos a la realidad post pandemia de la mejor manera que podamos.
Hoy quiero abordar un tema tan amplio que la única manera de hacerlo es convirtiéndome en un pirata del ciberespacio, en un mago.
Realizo la transformación sobre la base de una pirámide invertida. No veo de qué otra forma podría hacerlo tratándose de un tema tan delicado.
Lo más fácil es proponerse no hacer nada.
Para lograr esto, uno debe tomar una hoja de papel, algo para escribir y hacer una lista de tareas que se vería más o menos así:
Más tarde o más temprano, mejor o peor, la fiebre del virus va a pasar y todos vamos a tener que adaptarnos a la realidad post pandemia de la mejor manera que podamos.
Hoy quiero abordar un tema tan amplio que la única manera de hacerlo es convirtiéndome en un pirata del ciberespacio, en un mago.
Realizo la transformación sobre la base de una pirámide invertida. No veo de qué otra forma podría hacerlo tratándose de un tema tan delicado.
Lo más fácil es proponerse no hacer nada.
Para lograr esto, uno debe tomar una hoja de papel, algo para escribir y hacer una lista de tareas que se vería más o menos así:
Cosas para hacer:
- Nada
Quienes se propongan esto encontrarán rápidamente la satisfacción que sólo puede proporcionar el deber cumplido.
Quienes tengan una ambición mayor y quieran, por ejemplo, aprender a tocar el piano, se enfrentarán a algunos de los aspectos más conflictivos y desagradables de la humanidad.
A la mayoría de nosotros nos gustaría tener un árbol de los deseos, una lámpara de Aladino inagotable.
Me levanto a la mañana, me ducho (o me bañan dos suecas en un jacuzzi), desayuno, y me digo: hoy quiero ser un concertista de piano.
Inmediatamente, me siento en un piano de cola que como por arte de magia apareció en mi luminoso living que da al mar en un paradisíaco pueblo italiano, y toco tan bien que yo mismo me sorprendo. Decido dar algunos conciertos en los mejores teatros del mundo. La gente me ama. La crítica me aclama.
Sólo alguien que tuviera ese poder podría saber cuánto tardaría uno en aburrirse de esa vida, pero yo, que tengo que confesar que no lo tengo, intuyo que muy poco.
Uno tacharía pianista de la lista y querría ser piloto de Formula 1, austronauta, neurocirujano, entrepreneur (eso me encanta, me encanta como suena. Nunca me atrevo a decirlo en una conversación, pero no pierdo las esperanzas), maestro repostero, bailarina clásica, etc.
Y, de todo eso, uno se aburriría también en un santiamén, rápido.
Porque uno no quiere esas cosas: le parece que las quiere.
Una de las principales diferencias entre querer ser Mick Jagger y ser Mick Jagger, es que a los 76 años él sigue tomando clases de canto y de baile, y sigue cantando muchas de las canciones que cantaba cuando tenía 30.
Pocos de nosotros tendríamos esa disciplina.
* * *
Mostrando un dominio de mí mismo que a veces me gustaría que me caracterice, intentaré limitar el vuelo de mi pluma para no convertir esta reflexión en un tratado interminable.
Puntos clave:
1 - Si querés hacer algo, y no tenés la Lámpara de Aladino, hacete un plan de trabajo y cumplilo. Si no da resultados, modificalo hasta que de.
Los planes de trabajo ideales, son reales para los que pueden cumplirlos. Es mejor proponerte estudiar o practicar 20 minutos por día y hacerlo que proponerte estudiar o practicar 6 horas por día y no hacer nada.
2 - Si te parece que querés hacer algo, pero también te parece que no tenés la voluntad y la constancia que se requieren para conseguirlo, relajate.
Relajarse es un gran paso. Claro que uno no va a aprender a hablar ruso sólo relajándose, pero es un gran comienzo para ver la situación desde otra perspectiva. Y, si uno no aprende nada, por lo menos está tranquilo.
3 - Si lo que querés es no hacer nada, estás en problemas.
La vida es acción. Hasta los monjes zen se sientan a no hacer nada, y tienen que lavar los platos, barrer y todas esas cosas que se hacen en los templos. Y, al igual que nosotros, tienen que cumplir también con todas sus obligaciones fisiológicas y fiscales.
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