Los cazadores del arca perdida

Gracias a un sueño, o gracias a la vida, o vaya uno a saber a qué, me desperté recordando y creyendo entender, por primera vez, el significado de la letra de una canción de Cartola: O mundo é um moinho.

Antes de abrir los ojos, entendí.

Después, pensé "¿Cómo puede ser que nunca lo haya visto antes?".

Te lo pone en la cara:

"Oíme bien, amor, prestá atención, el mundo es un molino, va a triturar tus sueños, tan mezquino, va a reducir tus ilusiones a polvo..."

Me gustaría pensar que no lo había visto porque nunca vi cómo funciona un molino, porque nunca me puse a pensar qué es lo que hace, pero la misma estrofa lo explica, lo único que tendría que haber hecho para entender sería prestarle atención. 

Por las dudas que vos tampoco lo sepas, te lo digo: un molino muele granos y los transforma en harina. 

Volviendo al tema del sueño, es importante destacar que me desperté con la cara hundida en la almohada, fue una de esas noches en las que uno duerme como una roca. 

El asunto es que yo estaba en un restaurante con un grupo de gente al que iba a llevar a un concierto al aire libre. Lamentablemente, no me acuerdo qué banda era. De repente, desde la mesa, escuchamos que empezó. Es un tema de Los Abuelos de la Nada. Desde la cocina, yendo para el recital, sale el pizzero. Es Andrés Calamaro. Yo me levanto y digo "vamos, una foto con Andrés viendo este recital va a ser un éxito en Facebook".



Ahí me doy cuenta de que Andrés tiene 58 años y que yo ya no estoy en colegio secundario.

El mundo es un molino... ahora sí... 

Lo molió a Spinetta, y con él también el día en que fui con mis amigos a Obras para ver la presentación de Alma de Diamante. 

Me acuerdo como si fuera hoy. 

Bueno, no tanto, pero me acuerdo bastante bien.

Y nos molió y nos muele a todos. Cada vez que vamos a una fiesta o nos quedamos en casa a ver la tele. Cada vez que vamos al súper, a la cancha, o a una funeraria para elegir el cajón en donde será enterrado un ser querido. 

Si se me permite una pequeña digresión, ahora que estamos hablando de triturar sueños y reducir ilusiones a polvo, quiero llamar brevemente la atención sobre el trabajo del recepcionista en una funeraria. 

Se requiere una gran ecuanimidad para ejercer esa función. 

Uno no puede recibir a los clientes con una sonrisa y preguntarles ¿qué los trae por acá?

Y, al decir "lamentamos su pérdida", a pesar de que para él sea una situación que se repitió durante años, dos o tres veces por día, tiene que sonar más o menos creíble, aunque sin pasarse de la raya. 

Después de saludar, tiene que mostrar cajones como quien muestra muebles de cocina o electrodomésticos.

No es fácil. El mundo es un molino. Y él sabe que también está siendo molido a cada instante.

Pensando en esto, mientras me lavaba la cara antes de venir a escribir estas líneas, se me ocurrió que las religiones, cada una con su estilo, intentaron siempre ofrecer una alternativa a esta realidad aparentemente inevitable. 

Dios, la salvación, la vida después de la muerte, etcétera. 

El budismo (y ahora hablo desde la cima de la montaña de mi ignorancia con toda la libertad y el entusiasmo que eso me permite) tiene, a grandes rasgos, una propuesta más o menos alternativa a las religiones teístas que me gusta describir con la frase "va a reducir tus ilusiones a polvo", pero vista como una cosa positiva.

¿Quién o qué es ese yo al que le van a triturar los sueños?

¿En dónde se podría perder un arca?





Comentarios

Entradas populares