Los asintomáticos

Como si no bastara con tener que ponernos barbijos, andar esquivando vecinos y privarnos de besos, abrazos y apretones de manos, a la lista de amenazas con las que nos asusta el Covid 19 se suma ahora una que lo representa en su más pura esencia criminal: tener que cuidarnos de los portadores sanos.

El Corona Virus es de por si un enemigo invisible, pero al manifestarse también en una versión sin síntomas, se vuelve mucho más perverso y eficaz. Podemos estar durmiendo con el enemigo.

A la hora de escribir estas líneas, consigo ver desde mi ventana la casa de mis vecinos. Tienen hijos adolescentes. Adolescentes tardíos, deben tener unos veinte años. Tienen pileta. Como estamos en Brasilia, a pesar de ser junio, hace 27 grados. Los chicos parecen estar celebrando una fiesta sin motivo. No creo que se trate de un cumpleaños. Veo chicos y chicas en malla. Tengo muchas ganas de abandonar todas mis convicciones cívicas, entrar en el tunel del tiempo, y tocarles el timbre.

Yo estoy cumpliendo con mi prisión domiciliaria como un ciudadano ejemplar. No voy a visitar ni a mi novia. No sólo porque no tengo sino porque la relación que tengo que más se parece a un noviazgo vive a cuarenta kilómetros de mi casa y tengo miedo de que se me rompa el auto en el camino y el mundo me abandone en la calle por causa del virus.

Sé que eso es un poco exagerado, sobre todo porque acá la cuarentena no es tan estricta, pero es algo que
siento y me lo quiero respetar.

Por otro lado, cuando pienso que ese es por el momento uno de mis mayores problemas, me doy cuenta de que no estoy tan mal. Tengo donde dormir, auto, comida, tiempo libre y puedo ver a mis vecinas en malla.

Todo lo que fue dicho hasta ahora forma parte de la introducción de este escrito.

A diferencia de la vida sexual, en donde la introducción procede al juego previo, en la literatura la introducción es una especie de juego previo y la relación propiamente dicha se produce cuando la introducción ha terminado.

Es por eso que a las mujeres les gustan tanto los escritores. Los imaginan buenos amantes.

Entrando ahora sí de lleno en el tema, una vez que se han disipado las tormentas de la pasión y el amor se ha convertido en el amo y señor del momento, en el principio que todo lo guía y perfuma, hablaremos de esos canallas, los asintomáticos. 

Su nombre provoca todo tipo de asociaciones desagradables: automáticos, matemáticos, asiáticos (no es que tenga nada contra los asiáticos, pero todo hace suponer que este asunto vino de allá), etc.

Además, son una asociación ilícita, conformada por personas que ni siquiera saben que pertenecen al grupo que representan. Son cobardes, sin saberlo. Son potenciales asesinos inconscientes.

Y lo peor de todo, vos o yo podríamos en este momento formar parte de su gesta infame sin siquera darnos cuenta.

Pero quiero aclarar que hay algo que me preocupa todavía más (la verdad, la verdad, tanto no me preocupa, pero lo digo para darle un tono más dramático a esta ópera prima de la litaratura instantánea).

Son los asintomáticos emocionales que quieren volver al antiguo Status Quo. Ahora todos extrañan la miserable patraña que habíamos logrado construir y llamábamos vida. Y quieren volver. Quieren bañarse en la pileta de los adolescentes. Bueno, por eso no los culpo, yo también.

Yo acepto esta fantochada porque no me queda otra, porque soy un estoico vocacional y entiendo en los huesos que hay cosas que podemos controlar y cosas que no. Pero no me gusta ni un poco y lo digo con todas las letras. 

Y lo que es más, digo que lo de antes tampoco me gustaba. Me parece que como especie estamos para
mucho más. Estamos muy desorganizados. Nos falta un proyecto y nos falta liderazgo.

Las Naciones Unidas tienen una linda propuesta, la Agenda 2030, con sus 17 Objetivos de Desarrollo Sustentable y sus 169 metas, entre otras cosas.

Yo lo investigo, porque me parece que por lo menos apunta en la dirección correcta.

Pero tengo la sensación de que acá está faltando algo más radical. 

Un Eureka, un Plop, un Aaaa, esto era.

Bueno, queridas y queridos, me voy a almorzar. 

Chauchis.  







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