Cansados de estar cansados
Después de unos meses de cuarentena, muchas personas que al principio se lavaban las manos cincuenta veces por día ya están pensando en ir a una Fiesta Corona para jugarse al todo por el todo en una ruleta rusa viral y ver si son inmunes o si se mueren de una vez.
No debemos sorprendernos por eso.
El desgaste natural de las percepciones hace que casi todas las cosas que en un momento nos parecieron maravillosas pierdan atractivo.
Los primeros besos del amor parecen tan necesarios como el aire. Después de un tiempo, son tan necesarios como el pan. Y, eventualmente, llegan a parecerse a los artículos que se guardan en el último cajón de la cocina o simplemente a producirnos rechazo.
¿Existe el amor? Sí, existe, pero es una flor exótica. Está reservado sólo para quienes están más interesados en lo que aman que en su propio bienestar.
Si yo quiero a mi mujer porque es linda, porque se ríe cuando digo algo que se parece a un chiste, porque cuando hacemos el amor sabe cómo hacerme sentir bien, y porque plancha y cocina, la verdad es que estoy más enamorado de los beneficios que me trae que de ella. Si me la cambiaran por otra que me diera los mismos beneficios, mi sufrimiento sería mínimo. Y si me la cambiaran por una que me diera más beneficios, lo más probable sería que yo coloque su recuerdo junto a otros artículos que alguna vez parecieron importantes en algún armario con funciones similares a las del último cajón de la cocina.
De cosas más sutiles, ni hablar.
¿Quién se acuerda de dar gracias por una buena respiración cuando no está resfriado?
¿Y de darle las gracias al hígado y los riñones? La verdad es que pocos tienen una idea más o menos aproximada de lo que hacen. Yo mismo, que alguna vez traté de interesarme por el tema, apenas me acuerdo.
La cuarentena, la cuarentena, ya no quiere caminar, porque le falta, porque no tiene, las dos patitas de atrás.
Le falta el entusiasmo de lo nuevo, le falta la ilusión de un futuro mejor.
La verdad es que el mundo se divide entre los que están cansados y los que están asustados.
Claro, existen algunos que están esperanzados, pero son flores exóticas, como el amor.
Es posible que sean los líderes de una nueva civilización superior, pero también es posible que lo único que consigan sea pasar este momento extraño con elegancia.
¿Quién sabe?
Yo, como estoy cansado de estar cansado, me lo tomo con soda. No es que haya abandonado todas mis esperanzas de un futuro brillante y glamoroso, pero las fichas de mi felicidad se las pongo a los pajaritos que vienen a mi ventana a comer las miguitas que les dejo, a mis pequeños triunfos cotidianos.
Cuando me levanto y veo que dormí bien, digo "qué bueno, cómo dormí", y le doy las gracias a la vida.
Cuando voy hasta el baño y veo que hay agua y que me puedo lavar los dientes, bañarme, etcétera, digo "qué bueno, gracias".
Cuando veo que en mi cuenta apareció mi sueldo, aunque me lo hayan reducido a la mitad, digo "gracias".
Claro, no creas que me encanta que mi sueldo se haya reducido a la mitad, pero me llena de felicidad el hecho de que todavía exista y de que con ese dinero todavía sea posible comprar comida en el supermercado.
Vamos, es como con la respiración y el resfrío, hay gente que no tiene ni sueldo, ni supermercado, y que para conseguir un poco de agua tiene que caminar más de lo que nosotros caminamos en un mes.
Con esto no quiero decir que uno no pueda aspirar a mayores y mejores alegrías. Lo que quiero recordarte es que siempre, adonde sea que estemos, podemos enfocarnos en algún aspecto positivo y colaborar en la gran obra de hacer este mundo mejor con nuestro pequeño aporte de alegría.
El resto es literatura.
Meditación guiada
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