UINI - Urgencias inespecíficas no identificadas

Por un lado, me gustaría dedicarle unas palabras a Istvan Kovats, el célebre astrofísico y karateka húngaro que hoy está totalmente deprimido porque después de haber perdido a su esposa en una apuesta alcanzó niveles de felicidad a los cuales le fue imposible regresar.

Por otro, me doy cuenta de que el mundo necesita soluciones para sus problemas más urgentes. Los diarios están llenos de historias mucho más alocadas que la de Istvan: La realidad es siempre mucho más brutal.

Recién estaba viendo el caso de un hombre que fue robado por un motochorro mientras se dirigía a su trabajo. Decidió perseguirlo a contramano. No sólo que no lo alcanzó, sino que en el intento de alcanzarlo mató a un transeunte que no tenía nada que ver con el asunte.

Lo único que podría eventualmente calmar nuestra consciencia es pensar que el inocente que murió por esta desafortunada cadena de eventos tal vez no era tan inocente como pensamos.

Tal vez era un asesino en potencia, y con este misterioso gesto del destino fueron salvadas sin que nadie lo supiera muchas otras vidas. 

Pero tal vez no. 

Tal vez era un estudiante de medicina destinado a mejorar la vida de cientos de miles de personas, o un padre ejemplar, un trabajador honesto. 

El asunto es que uno no sabe para dónde ir.

Toda decisión implica una realidad alternativa.

Si bien es cierto que parece improbable que lo que yo decida escribir en este blog afecte de una u otra manera el devenir del universo, también es cierto que ya con sabiduría decían algunos chinos que al tirar una piedra a un lago la totalidad de la existencia es modificada.

Por eso, ya sea escribiendo sobre húngaros o sobre barbijos, trato siempre de aportar por lo menos una dosis de humor, y otra de esperanza.

Claro que es muy probable que esta actitud tan loable de mi parte no me proteja ni a mí ni a nadie de un eventual conductor que pierda el control al perseguir a un motochorro, pero sí me permite por lo menos irme a dormir con la consciencia tranquila de que actué de la manera que me parecía más correcta.

Esa es mi única justificación.

Después, vamos, la verdad es que tecleo como aquellos náufragos que en el pasado tiraban mensajes al mar en una botella.

Yo sé que eran otros tiempos, que ahora hay menos náufragos, y que en general la gente tiene teléfonos y GPSs, y otras posibilidades de comunicarse mucho más convenientes que las botellas con mensajes.

Lo que quiero decir es que escribo con la misma actitud, con ese anhelo hirviente de comunicar esta urgencia inespecífica que es la necesidad inexplicable de querer compartir con alguien que no conozco este simple aquí y ahora.

Feliz Navidad!

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