Primo mangiare, dopo filosofare

—Puestos a elegir entre lo que es ingenioso y lo que es útil, la gente, naturalmente, elige lo que es útil. Por más ardientemente que uno desee encontrar una combinación de palabras que justifique su existencia, rara vez la busca en Internet. Uno confía en Google más para que le diga en qué horario abre una oficina pública, cuántos años tiene Mick Jagger o dónde se puede comprar un gato siamés. Las revelaciones nos gustan instantáneas. Queremos que lleguen como un rayo. A mí me pasa lo mismo con el tema del dinero, y le pido por favor que no me interrumpa porque sé perfectamente que en ese aspecto tengo un punto de vista bien infantil, pero es algo que me pasa. Seamos sinceros, a pesar de que es cierto que las relaciones se construyen en el tiempo, nadie quiere construirlas con trabajo. Cualquier persona honesta tendrá que aceptar que preferiría enamorarse directo, como un adolescente. Y si yo fuera un ángel y pudiera hacerle una propuesta bien concreta, como en la película Propuesta Indecente, y le diera elegir entre estas dos opciones: trabajar duro durante cincuenta años para conseguir comprar un departamento de dos ambientes y jubilarse con el 80% móvil de su buen salario como empleado de comercio, o encontrar a los 20 una valija con dos millones de dólares libres de impuestos, usted ¿qué eligiría?—, preguntó el Coreógrafo del Silencio.

—Mire... por más que me gustaría contradecirlo, aunque más no fuera para prolongar esta charla, tengo que aceptar que eligiría la valija y decirle que casi sin reservas estoy de acuerdo... y, si me permite, voy a ilustrar con un ejemplo...—, respondí. 

—¿Cómo no le voy a permitir? No tengo ni la potestad ni el interés de limitarlo en nada, y mucho menos en el uso de la palabra. Si su deseo fuera despojarme de mis pertenencias materiales, bueno, eso ya sería otro cantar. En ese caso, tal vez, tendría interés en limitarlo, pero en lo que a libertad de expresión se refiere, soy muy generoso—, dijo él.

—Le agradezco. La historia parece muy simple, y yo creo que, además de parecer, es simple, pero fíjese qué reveladora...

—Me fijo...

—Creo que le conté que dos o tres veces por semana voy a comer a un restaurante vegano. Como voy seguido, digamos que tengo una relación amistosa, tanto con el personal que trabaja como con los dueños. Con el tema de la pandemia, para Navidad, en vez de abrir al público, van a ofrecer un servicio en el cual le llevan a su casa la comida lista y usted come con su familia en la tranquilidad de su living. El asunto es que para promocionarlo se les ocurrió hacer un sorteo. Hasta ahí, todo dentro de lo normal. Lo que no es normal, y es precisamente lo que me hace estar de acuerdo con su planteo utilitario y materialista...

—Por favor, no sea duro conmigo...

—Disculpe, pero es la verdad...

—Entonces, haga lo que tenga que hacer... con la verdad no ofendo ni temo...

—Le iba a decir que como premio del sorteo ofrecen dos libros escritos por el dueño del restaurante...

—Ay...

—Exacto... pero lo notable es que además del restaurante tienen también una posada en un lugar muy lindo... y el restaurante... 

—Creo que le estoy leyendo la mente—, dijo el Coreógrafo.

—Yo también... como les tengo cariño, les sugerí que sorteen una estadía para dos personas, por lo menos por una noche, en su posada... les cuesta poco... y/o una cena en el restaurante... algo más tentador que dos libros...

—Mire, usted sabe que a mi me gusta la literatura, y que me encantaría contradecirlo, aunque más no fuera para prolongar esta charla, pero tengo que aceptar que estoy totalmente de acuerdo con usted.. como dice el refrán "primero comer, después filosofar". 

—Ya que me entendió y estamos de acuerdo, permítame preguntarle.. ¿Almorzó?

—No, querido. Y tengo un hambre que parece dos.

—¿Ravioles?

—En este momento, más urgentes que Beethoven.

—¿Vamos?

—Avanti Bersagliere, che la vittoria è nostra...



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