Ya despiértate, nena

Parece que Buda, después de intentar despertar por todos los medios posibles, cansado, pero decidido a lograrlo cueste lo que cueste, se sentó abajo de un árbol y dijo "hasta que no me ilumine, de acá no me muevo".

Según cuenta la leyenda, fue esa actitud inflexible la que finalmente lo llevó a alcanzar aquello que estaba buscando.

Con una actitud similar, salvadas las distancias, claro, me enfrento a esta hoja virtual en blanco.  

Durante mucho tiempo busqué la palabra perfecta, la frase o el párrafo que fueran capaces de alterar el curso de la historia, que pudieran funcionar como una semilla que capaz fructificar en la forma de una nueva humanidad, más fraterna, más pacífica.

Como te imaginarás, todo hace suponer que todavía no la encontré, o, que si la encontré, todavía está esperando el suelo, la humedad y el calor que la hagan brotar y convertirse en aquello que es el sueño de tantos visionarios y de tantas personas que no son necesariamente visionarias pero que tienen en su corazón un anhelo semejante.

Cuando empecé a escribir estaba convencido de que yo la tenía adentro, y que lo único que tenía que hacer era sacarla.

Ahora, tengo más esperanzas de que me llegue como una revelación, de que yo pueda decirle a mis nietos, o a mis amigos, en caso de que no tenga nietos, que por lo menos fui el canal a través del cual se expresó la frase redentora.

Y, a pesar de que a veces pierdo las esperanzas de que frases con ese potencial existan, no dejo de buscarlas, ni dejo de escribir, sobre todo porque me gusta. 

Como cantaban los Stones, it's only rock'n'roll, but I like it (Es sólo rocanrol, pero me gusta).

Para tratar de organizar algo que se parezca con un mensaje, tuve que poner un disco. Ahora sí. Se trata de versiones en ritmo de jazz de temas de los Beatles. Con esto escribo hasta que las velas no ardan. Además, me estoy clavando un whiskardo que me tiene muy conectado con todo lo que es arte.

La verdad es que ya hace algún tiempo que me parece que acá no hay nada que decir, que uno puede hablar de muchas cosas, y muchas de ellas muy interesantes, pero que acá no hay nada que decir, que es todo como las nubes o las plantas que crecen el los terrenos baldíos.

Hay quienes comparan a los baldíos con terrenos cultivados para intentar demostrar que los baldíos son inútiles y los jardines o las huertas son productores de alimentos o belleza que hacen la vida mucho mejor. 

Yo ya no sé qué es mejor.

Claro, si me dan a elegir entre recibir un martillazo en un dedo o bañarme en un jacuzzi con dos modelos
suecas, elijo a las modelos, pero es más una cuestión de supervivencia, de predilección, no sé si altera en algo el curso de la historia.

Me imagino a alguien que vive en otra galaxia, o a un pescado extraterrestre... 

Qué les importará si yo disfruté de algunas migajas de placer o no... nada... lo mismo que a mi me importan sus vidas... nada... principalmente porque no las conozco...

Para preocuparse por algo, para desearle el bien, para disfrutarlo, hay que conocerlo y hay que amarlo.

En ese aspecto, es importante entender que la caridad bien entendida empieza por casa.

Si no me conozco y no me amo, una vida maravillosa o una miserable no hacen ninguna diferencia.

Ahora, si me conozco y me amo, es posible que a nivel universal no hagan ninguna diferencia, pero para mi serían vidas totalmente diferentes.

Qué diferente sería irse a dormir después de haber amado cada instante que hacerlo después de haber pasado el día como quien pasa por sobre una colonia de microbios, sin darse cuenta, sin saber que existe, y sin importarle ni su bienestar ni su eventual exterminio.

Herminio Iglesias.

Fue un sindicalista argentino.

Creo que su pico de fama lo alcanzó cuando quemó un cajón en la avenida Nueve de Julio.

Años después, lo vi tomando un café con una mujer en un bar de la avenida Federico Lacroze.

Ahora creo que murió.




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