Inception
Cuando uno de ellos empieza a hablar de lo difícil que fue el año 2020, por causa de la aparición del Covid 19, el otro lo interrumpe y le dice: "Pará, Juan Carlos, despertémonos. Los tucanes no hablan".
En ese momento se dan cuenta de que no son tucanes sino un obrero de la construcción, tucumano, que se había quedado dormido en el colectivo 386 mientras se dirigía a su trabajo.
Había tenido una noche difícil y la verdad era que estaba muy cansado.
Al darse cuenta de que por más que tomara otro colectivo iba a llegar a la obra por lo menos dos horas tarde, y de que era muy probable que le descontaran medio día, sino el día completo, decidió que era hora de hacer algo diferente.
Se tomó el Buquebus, totalmente dispuesto a pasar un fin de semana inolvidable en Colonia del Sacramento, Uruguay, jugándose hasta la camisa en el State Casino.
Después de haberse instalado en el Mirador Hotel Spa, y haber tomado un masaje descontracturante, para relajarse por lo menos un poco del estrés crónico que le había producido llevar sobre la espalda durante años bolsas de cemento de acá para allá, fue hasta una mesa de ruleta y le puso todo al 2, que era el día del cumpleaños de su abuela Patricia.Salió el 2.
Había ganado tanto que inmediatamente le trajeron una botella de champagne, para incentivarlo a que siguiera jugando, pero él no iba a caer en esa trampa.
Se levantó de la mesa y transformó sus fichas en dinero.
De nuevo en su cuarto, pidió que le enviaran la acompañante más exclusiva que tuvieran.
Cinco minutos después, le tocó la puerta Lana Rhoades, una conocida estrella del cine adulto, muy sonriente y hablando en perfecto castellano.
Él, que no era un lingüista, pero tampoco un insensible, se sorprendió y le preguntó:
—Disculpame, querida ¿vos no sos norteamericana?
—Claro, papi, y vivo en Los Ángeles... Lo que te tendría que sorprender no es tanto que hable castellano, sino que aparezca en tu cuarto en cinco minutos, vestida como para ir a la Embajada de Bélgica y dispuesta a todo a cambio de las dos monedas que ganaste en la ruleta.
—Te aviso que gané como 15 mil dólares... Me imagino que alcanzará por lo menos para sexo oral...
—Oral y escrito, amor... despertate que son las cinco y te propusiste levantarte temprano para meditar, estudiar y hacer gimnasia...
Ahí me di cuenta de que era yo.
Me levanté, prendí la computadora y empecé a teclear estas palabras.
Ahora no sé si seguir adelante o irme a comer un ananá que tengo en la heladera.
Como tengo ganas de hacer las dos cosas, pienso que podría ir, comer el ananá, y volver a terminar este escrito incandescente con ese sabor maravilloso todavía en la boca.
Decido resistir la tentación de entregarme a la degustación de ese fruto mágico, y entregarme a la tentación de postergar el placer para obtener posteriormente un beneficio mayor, como le corresponde a un adulto responsable.
Si bien es cierto que nadie me obliga a escribir, siento una especie de deber histórico, no tanto para conmigo, sino para contigo, lector, lectora.
Despiértate.
No soy yo, sos VOS.
Yo escribí esto en otro tiempo, en otro espacio, pero vos estás aquí y ahora, respirando estas caléndulas, estas libélulas aleatorias que son la suerte de tus días.
Vete de mi.
Tú, que llenas todo de alegría y juventud
y ves fantasmas en las noches de trasluz,
y oyes el canto perfumado del azul
Vete de mí
No te detengas a mirar las ramas muertas del rosal
que se marchitan sin dar flor
mira el paisaje del amor
que es la razón para soñar y amar
Yo, que ya he luchado contra toda la maldad
tengo las manos tan desechas de apretar
que ni te puedo sujetar
Vete de mí
Seré en tu vida lo mejor de la neblina del ayer
cuando me llegues a olvidar
como es mejor el verso aquel
que no podemos recordar.
Vete de mí, de Homero y Virgilio Expósito, por Búnbury
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