El frasquito

El Poeta sin Obra tomó la pandemia entre sus manos, la besó en la frente y con mucho cariño la puso en un frasquito.

Después, agarró un dolor de muelas, un recuerdo de cuando era chico y una pandereta, y usando un embudo pequeño los colocó con cuidado junto a la pandemia, que a esa altura ya se estaba pintando las uñas, imaginando nuevas cepas.

A algunas ex novias las puso desde el momento en que las conoció hasta el último día en que las vio, sin dejar fuera, claro, las veces que soñó con ellas, ya fuera dormido o despierto.

Las veces que fue a la cancha, al frasquito, las que fue al dentista, también.

Los amigos, su computadora, el cabello que le fueron cortando a lo largo de la vida, sin importar en dónde estuviera o en qué se hubiera transformado, ya sabés. Todo al frasquito.

En un momento pensó en ponerle el Sol, Saturno y algunas estrellas, pero se dijo "no, para eso pongo el cielo entero, con todo lo que tenga".

Eso le pareció un poco exagerado. 

Los dejó afuera, o, como dicen los cocineros, los reservó.

El asunto es que llenó el frasquito hasta tal punto en que lo único que para él era importante y todavía no había puesto adentro era él mismo, o, para ser más exactos, su cuerpo físico.

Su consciencia ya estaba, como decían Los Beatles, aquí, allí y en todas partes. 

Iba a ser difícil embotellarla.

Meditó un poco, se bañó, y miró el frasquito como si fuera un pintor de aquellos que miran las cosas tomando perspectiva con el pulgar.

Se sintió satisfecho. 

Se dijo: "Así está bien. Si me meto yo también, va a ser igual que antes, pero adentro de un frasquito".

Cuando vió su creación, se dió cuenta de que tendría que haber dejado afuera, además del sol y las estrellas, una o dos modelos de ropa interior.

O a Dios, para que le sacara una costilla y le hiciera una Eva.

Pero era tarde: ya había puesto a todas las modelos, a Dios y a María Santísima.

"Tal vez se me fue un poco la mano", pensó.

Quiso poner la pava al fuego, para tomar unos mates, pero, como podrás imaginar, ya estaba todo en el frasquito.

"¿Y ahora qué hago?", se preguntó.

Se recostó en silencio, porque no había ni pájaros, ni viento, porque estaban todos ya sabés adónde, y pensó en convertirse en Ícaro, o en Birdman, para viajar hasta el sol para tirarle el frasquito en la cabeza, pero le dio fiaca. 

Le pareció que para primer día ya había trabajado bastante.

Entonces se sentó, cerró los ojos y respiró profundo.

Cuando se quiso acordar, se dió cuenta de que no era ni más ni menos que un agujero negro.

Se había tragado todo y no sabía ni adónde estaba.

Se dijo: "no, otra vez arroz...".

Y empezó a juntar presión, presión y presión, hasta que explotó, Big Bang, su ruta, y acá estamos, listos para enfrentar un nuevo día.





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