El camino a la riqueza

Si uno quiere comprar un auto, alfombrar su casa, o consultar un médico que no atiende obras sociales, sabe que va a tener que pagar, dependiendo del auto, la alfombra o el médico que quiera consultar, un precio que va a variar de acuerdo a las leyes del mercado.

Si uno dispone del dinero necesario para comprar lo que quiere, lo compra y se siente totalmente satisfecho. 

Nota: claro, siempre y cuando uno consiga sentirse satisfecho cuando compra algo...

Por el contrario, y aquí es cuando es necesario que empieces a prestar más atención porque este es el meollo de este escrito efervescente, hay algunos servicios en los que las transacciones son más delicadas y tienden a provocar no tanto la satisfacción como la desilusión, principalmente en quien las solicita.

Imaginemos, por ejemplo, que uno está en una fiesta y conoce una mujer hermosa. 

Totalmente hechizado por su belleza y simpatía, la invita a tomar algo en un lugar más tranquilo. 

Ella, con una elegancia que uno ni sabía que podía existir, da a entender que eso es posible, y que no sólo eso, sino que mucho más es posible, solo que aclara que ese es su trabajo y que un encuentro de las características que ella imagina que uno está queriendo va a costarle a uno u$s 2000 en efectivo.

—¿2000 dólares?—, pregunta uno, sorprendido tanto por la cantidad como por el inesperado descubrimiento de su profesión.

—Sí, en efectivo, pero te aseguro que vas a sentir que es la mejor inversión que hiciste en tu vida.

Ahí uno empieza a evaluar la situación, hace cuentas, trata de decidir si vale o no la pena usar una parte sustancial de su capital de reserva para vivir una aventura que en el mejor de los casos va a durar una sola noche.

Uno mira a la chica, ya con otros ojos, y ella le dedica una sonrisa que le hace pensar que vale la pena no sólo usar todo el capital de reserva sino que, si fuera necesario, hasta valdría la pena conseguir un trabajo extra que le permitiera a uno disponer de más capital de reserva para dilapidar en otros eventuales encuentros románticos.

—Ok, vamos. Eso sí, va a tener que ser en mi casa, porque acá estoy con la tarjeta—, dice uno.

—Adonde vos quieras—, dice ella, dedicándonos otra de sus sonrisas asesinas mientras empieza a juntar sus cosas.

Se van riendo, y en la casa se besan, y beben champagne, y hacen el amor, y se bañan, y vuelven a hacer el amor, y se quedan dormidos. 

A la mañana vuelven a hacer el amor, desayunan, y de repente ella anuncia que llegó su hora de partir. 

Uno le pregunta si será posible que se vuelvan a ver.

—Cuando quieras—, dice ella. —Me encantó estar con vos...

—A mi también... por eso decía si puedo, por ejemplo, invitarte a cenar... otro día... cuando vos puedas..

—Sí, claro, pero por lo que me animo a decir que te conozco, me parece que va a ser mejor venir acá directo. Ir a cenar sería u$s500, más la cena. Y después, si querés venir acá, igual que hoy. Y vos ya viste que soy bastante simple, para mi, si pedimos empanadas está perfecto. Te ahorras la cena y estamos más tranquilos acá...

Ahí, a diferencia de cuando uno compra un auto, alfombra su casa o consulta a un médico que no atiende obras sociales, uno se puede sentir por un lado totalmente satisfecho y por otro terriblemente desilusionado.

Cuando se trata de un producto material, o los servicios de un abogado, un dentista o un jardinero, uno no espera nada más que que el producto sea tal como se lo prometieron, o que los servicios cumplan con el objetivo para el cual fueron contratados.

En el caso de una relación íntima, uno puede confundirse y, a pesar, o tal vez por el propio hecho, de haber recibido un servicio excelente, sentirse al mismo tiempo satisfecho y estafado.

Uno puede llegar a preguntarse porqué no puede casarse con una mujer así, por qué ella no lo quiere como es, siendo que uno es un buen muchacho, y por qué la única manera de traerla a su casa es dándole a cambio u$s 2000 en efectivo.

Cambiando un poco de tema, veamos que algo parecido ocurre con el arte.

Si bien muchos artistas ganan mucho dinero, quien quiera ganar dinero de manera honesta, sin sembrar a su paso desilusión o desconfianza, debería descartar la idea del arte y optar por la venta de productos o servicios que no toquen fibras tan emocionales en los seres humanos.

Si uno supiera que su artista favorito en realidad detesta la música, pero que como tiene cierta facilidad para componer canciones y no soporta los trabajos con horario fijo, generó toda su producción con el único objetivo de comprarse una mansión y dos edificios que le permiten vivir de rentas sin tener que preocuparse nunca más por tocar una sola nota, se sentiría desilusionado y tendría ganas de tirar los discos del artista por la ventana (esta es una imagen que sólo comprenderán aquellos que vivieron en la época en que la música tenía un cuerpo físico llamado disco o, más tarde, CD. Ambos ahora objetos de colección).

Bueno, como creo que me dejé llevar por el espíritu del momento, voy a sintetizar la posible moraleja de este opúsculo en pocas palabras:

Si lo que querés es hacer dinero, y estás pensando más en tener el dinero en tus manos que en brindar un producto o servicio útil para otros seres vivos, optá por algo bien neutro: instalaciones eléctricas, venta de hardware, corte de césped, limpieza de oficinas, cadenas de comida rápida, etc.

Si la profesión que elegiste como camino hacia la riqueza tiene el potencial de tocar corazones, entregate a ella con cuerpo y alma, y preparate tanto para los días de sol como para las inevitables tormentas. 

Nunca vas a estar tan tranquilo como si fueras el dueño de una ferretería, pero seguramente vas a encontrar una compensación para cada una de las cosas que pierdas por causa de tus alocadas decisiones.


Love is touching souls

Comentarios

Entradas populares