Antimovimientos
—¿Está jugando a la estatua?—, le pregunté.
—¿A usted le parece que a esta altura del partido yo voy a andar jugando a algo?—, respondió repreguntando el Coreógrafo del Silencio.
—¿Por qué no?—, volví a preguntar.
—En eso tiene razón... pero si bien es muy probable que haya una parte de mí que esté jugando, es importante que sepa que hay otra que es muy seria y que a esto que usted tan livianamente llama "jugar a la estatua" lo ve como una herramienta al alcance de todos para cambiar lo que parece ser un destino sombrío de la humanidad por uno brillante de paz y armonía.
—¿A usted le parece que a esta altura del partido yo voy a andar jugando a algo?—, respondió repreguntando el Coreógrafo del Silencio.
—¿Por qué no?—, volví a preguntar.
—En eso tiene razón... pero si bien es muy probable que haya una parte de mí que esté jugando, es importante que sepa que hay otra que es muy seria y que a esto que usted tan livianamente llama "jugar a la estatua" lo ve como una herramienta al alcance de todos para cambiar lo que parece ser un destino sombrío de la humanidad por uno brillante de paz y armonía.
Para situar a les lectores que llegan aquí por primera vez...
Nota: espero haber usado bien el lenguaje inclusivo. "Lectores" me pareció una palabra all inclusive, así que lo único que hice fué cambiar el artículo para mostrar lo inclusivo que soy.
Estábamos sentados en la vereda de un bar de la Avenida Corrientes.
...me permito interrumpir este diálogo para situarles;
Nota 2: La verdad es que entiendo la necesidad de usar un lenguaje inclusivo, pero como estoy tan acostumbrado al español tradicional un poco me canso tratando de ver cuándo tengo que usar e, a, i, u otras vocales, y pierdo el hilo de la conversación, así que para mejor fluidez de este trabajo efervescente voy a parar con este asunto y voy a escribir de acuerdo a mi mejor parecer dejando bien claro en este acto solemne que si uso el español tradicional no es como falta de respeto a las mujeres que leen estas líneas sino porque soy un poco haragán.
Estábamos sentados en la vereda de un bar de la Avenida Corrientes.
Yo acababa de pedir una cerveza y me imagino que el Coreógrafo, también conocido como El Poeta sin Obra, o el Maestro sin Enseñanza, que ya estaba en el bar cuando llegué, estaría en su segundo o tercer whisky.
Se lo veía particularmente animado y cada vez que terminaba una frase se quedaba congelado por algunos instantes, no como esperando una respuesta sino como si le fueran a sacar una foto en una posición que por alguna razón le pareciera particularmente adecuada.
—Me imagino que ahora me va a explicar cómo funciona esa herramienta...—, le dije.
—Si usted tiene un interés genuino y está dispuesto a embarcarse en una Cruzada libertaria con porvenir incierto, a la que deberemos dedicarle el resto de nuestras vidas, sí. Ahora, si su interés es tibio, y apenas representa una mera curiosidad intelectual, y no está usted dispuesto a cambiar sus hábitos para posibilitar que sus descendientes vivan en un mundo de paz en el que puedan desarrollar libremente todo su potencial, no.
—Yo no tengo descendientes—, respondí.
—Por favor, no se haga el gracioso que no le queda bien. ¿Quiere que le cuente o no?—, preguntó el Coreógrafo.
—Si usted tiene un interés genuino y está dispuesto a embarcarse en una Cruzada libertaria con porvenir incierto, a la que deberemos dedicarle el resto de nuestras vidas, sí. Ahora, si su interés es tibio, y apenas representa una mera curiosidad intelectual, y no está usted dispuesto a cambiar sus hábitos para posibilitar que sus descendientes vivan en un mundo de paz en el que puedan desarrollar libremente todo su potencial, no.
—Yo no tengo descendientes—, respondí.
—Por favor, no se haga el gracioso que no le queda bien. ¿Quiere que le cuente o no?—, preguntó el Coreógrafo.
—La verdad es que hoy preferiría que no. Ando con un problema que me parece más urgente y necesito su consejo...
—Querido, si su pequeño problema temporal le parece más importante que cambiar el destino de la humanidad, me parece que mi consejo no le va a servir de nada. Le sugiero que hablemos de pavadas y le aseguro que pronto va a ver que lo que hoy le parece tan urgente se va a resolver naturalmente como se resuelve todo en este mundo, para bien o para mal, claro, pero con la misma urgencia con la que llegan la primavera o los meteoritos.
Así fue que seguimos hablando de pavadas y nunca me enteré de cómo pensaba cambiar el mundo con sus antimovimientos de estatua.
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