El mito de Sísifo

Ahí va un hombre cargando una locomotora

y ahí una mujer cargando un transatlántico.

Esos tienen cadenas en los tobillos 

y están tratando de arrastrar la Luna 

y a Plutón 

que no parecen tener ni la más mínima intención de moverse de sus órbitas.

Tú cargas tu cruz, yo la mía.

Tú tienes un colibrí muerto, yo un boleto capicúa.

Estamos aferrados a nuestras tablas de telgopor en el medio de un océano indiferente.

Si pasara una gaviota, evaluaría la posibilidad de arrancarnos los ojos, para alimentarse y alimentar a sus pichones, para que el circo de las gaviotas pudiera seguir con sus funciones de vuelos y graznidos.

El nuestro tiene los días contados, como todo lo que existe, pero también es cierto que en algo se transformará... en meteorito, lagarto mutante, estrella fugaz, agujero negro...

o melodía

Bueno, si has llegado hasta aquí, has soportado mucho.

El destierro, la banalidad, los alcauciles 

las algas y los tornados que nunca viste pero sabés que existen.

Tan cerca y tan lejos.

A unos pocos pasos, pero que son tan difíciles como ir caminando de acá a la China sin zapatos.

Un gesto imposible

un beso rojo, un flamenco invisible de distancia.

Ahora que pasaron veinte años, (y estoy escuchando el mismo disco) (en otro lugar, claro, pero respondiendo a la misma consciencia), puedo decirte finalmente que el silencio que hay entre dos rosas no mide veinte centímetros sino un infinito y medio.

Tú cargas tu cruz, yo la mía. 

Yo fuí al colegio secundario con un muchacho cuyo padre era un escritor famoso que había escrito un libro llamado "La Cruz Invertida".

Yo no lo leí, ni entonces ni nunca después, y no creo que lo lea, pero me doy cuenta de que en aquel entonces yo no podría haberle dicho nada, no sólo porque no lo había leído, sino porque no sabía nada. 

Ahora no es que sepa mucho más, pero se me ocurren más cosas para decir.

Por ejemplo, preguntarle invertida con respecto a qué.

Claro, por ahí, si lo hubiera leído, en el libro esa pregunta estaría respondida.

Pero si no, como diría José Velez, qué más da...

Hoy no vas a llamar a mi puerta y yo no llamaré a la tuya.

Será otro día perfecto.

No nos arriesgaremos a experimentar ninguna de las facetas de la miseria ni abriremos nuestros corazones a la posibilidad de la magia.

Llevaremos una vez más nuestra piedra hasta la cima y la veremos rodar cuesta abajo, sabiendo que mañana la volveremos a empujar.

 

Comentarios

Entradas populares