Como la brisa

Todos los caminos conducen a Zazen.

Lo primero es sentarse y transformarse en Dios.

A partir de ahí, la práctica consiste en ser Dios mientras uno lava los platos o se relaciona con sus semejantes.

Finalmente, el gran salto de la consciencia es desprenderse dignamente del vehículo en el momento de la muerte.

En ese momento, uno sigue siendo Dios (o como quieras llamarlo), pero en su estado indiferenciado.

Se parece a la brisa.

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