El lenguaje como fuente de toda perversidad

Los leones no son crueles. 

No les da el cerebro para eso. 

Cuando tienen hambre, siguiendo su instinto, se lanzan sobre cualquier cosa comestible que encuentren, la matan en el menor tiempo posible, y satisfacen su apetito. Punto.

Nunca se les ocurriría torturar a un venado o hacer un experimento con un ciervo. La naturaleza no los dotó con una herramienta que les permita ni siquiera pensar en esas cosas. 

A nosotros sí. Tenemos un cerebro premium. (Por lo menos para los estándares de la Tierra).

Gracias a las maravillosas capacidades de nuestro magnífico cerebro, desarrollamos el lenguaje.

En un principio, imagino que sería simple, sin muchos refinamientos.

Peligro, comida, casa, sexo. 

Lo básico. 

Un gruñido, peligro. Tres, sexo. Uno largo, casa. Dos, comida.

Poco a poco, así como en todo tenemos la tendencia a tratar de mejorar en la medida de lo posible, se habrán ido desarrollado las formas de comunicación hasta llegar a los adjetivos, los adverbios y los sustantivos abstractos.

Prisionero, castigo, rescate, etc, deben haber ido de la mano.

Pero es como con el huevo y la gallina. 

Nadie sabe qué fue primero, si la idea de torturar a alguien para conseguir un beneficio, o si torturando a alguien y habiendo conseguido un beneficio se estableció la idea.

Lo que sí está claro es que el lenguaje es lo que nos permite alcanzar nuevos grados de
perfeccionamiento en cualquier cosa, ya sea para el bien o para el mal.

Nota: siempre que digo bien y mal, me gusta aclarar que mucho de lo que llamamos bien y mal depende del punto de vista del observador. No son conceptos tan fáciles de definir como de nombrar.

A ningún rinoceronte se le ocurriría morir por sus ideas, defendiendo una causa noble. 

Eso no está en el abanico de sus posibilidades. 

Un ser humano, por el contrario, es capaz de entregar su vida en defensa de un ideal, o de acabar con la vida de cientos de inocentes mientras defiende ideas perversas que sólo lo benefician a él y a su círculo de amistades.

Esas son las capacidades del hombre.

Me atrevo a sugerir que el gran trabajo "espiritual", o de autoperfeccionamiento, es precisamente usar nuestro enorme poder mental para estimular y promover conductas que favorezcan el bien común (sé que el "bien común" es un término un poco ambiguo, pero creo que vos me entendés).

El lenguaje es la fuente de toda perversidad, pero también la fuente de todo amor impersonal.

Sugiero que hablemos de este y otros temas.

Construyamos un mundo mejor.

Amor, amor, amor.



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