El origen del universo

El tiempo era un trapo de piso invisible desplazándose sobre una superficie de cristal.

Vos y yo estábamos inmóviles, como fotos perdidas en una casa abandonada. 

Yo más inmóvil que vos, porque vos creías que tenías toda la eternidad por delante, pero yo tenía la urgencia de los que sienten que la cantidad de días de los que disponen es limitada. 

Por eso estaba tan quieto. 

Quería engañar a la muerte, pasar desapercibido. 

Si llegaba un pensamiento, no lo reconocía, hacía de cuenta que había llegado a otro cerebro, a otro mundo. 

De ese modo, como si fuera un avestruz que ante el peligro esconde su cabeza en la tierra con la esperanza de que no lo encuentren, creía estar a salvo de lo inevitable.

Nota: sólo para que quede en actas, digamos que cuando digo "yo" estoy hablando en sentido figurado. Con ese nivel de quietud, no había ni yo, ni tú, ni nosotros, ni vosotros, ni ellos.

La verdad es que nos habíamos diluído en ese vacío eterno en el que flotan las estrellas y la casa abandonada en la que están las fotos de las que hablábamos al principicio.

Esta fue la introducción. 

Espero que te haya gustado y que entiendas que era necesaria para darle un marco de contención a lo que viene.

Si sirvió para poder sintonizarte con la imagen de que no había olas en el océano de mi mente, no te costará entender que si bien te amo con todo mi ser aquí ya no hay un "yo" que escriba.

Aquí es el propio vacío el que se escribe a sí mismo.   

Es el universo el que te ama.

El que creía ser yo ya no está más que como sujeto tácito, y este cuerpo cuyas manos teclean es apenas un títere que se mueve al son de las cambiantes mareas de la inercia cósmica.

Como imagino que al enterarte de esto querrás saber algo acerca del origen de todo lo que existe, voy a empezar por decirte que en el momento en que desperté no entendía nada. 

Obvio, nunca antes había existido, o si había existido ni me acordaba, así que era todo nuevo.

En cuanto me di cuenta que era, quise saber adónde estaba. 

Ahí empezó todo. 

Intuitivamente me estiré un poco y vi que el universo (que en ese momento no se llamaba así porque las palabras no existían ni como proyecto) se estiraba conmigo.

Claro, no había nada ni nadie que me impidiera nada, era sólo yo en ese descubrir, en ese estirarme.

Y ahí me fui estirando y estirando hasta que me estiré tanto que empecé a perder contacto con algunas partes de mi mismo, porque la verdad es que sólo percibía el lugar en donde me estiraba y el resto era como si no existiese.

Así se fueron formando los primeros reinos, el del olvido, el del desierto desolado, el del abandono absoluto, etc.

Hasta que un día, tal vez por falta de cuidado, o por vaya uno a saber qué, los reinos más alejados empezaron a colapsar y formaron lo que hoy llamamos cuerpos celestes, planetas, asteroides, etc.

Ese fue el comienzo de todo. El resto es literatura.

De ahí surgieron los átomos, los rinocerontes, etc.

Un día me picó algo, que no sé si sería un bicho o un rayo, e inmediatamente creé un brazo para rascarme, y vi que era útil. 

Ahí surgió la idea del hombre.

La mujer fue un refinamiento. 

No me pidas todos los detalles porque si no este artículo se va a convertir en un tratado interminable.

Lo importante es la esencia.. 

Hice varios, hombres y mujeres, y los puse en un reino cualquiera. 

Nota 2: A esa altura ya tenía infinitos reinos de los cuales no sabía absolutamente nada. Las cosas iban a toda velocidad.

Era difícil, por no decir imposible, distinguir el pasado de la voluntad.

Cuando aparecía un nuevo reino, no sabía si lo había creado en ese momento o hacía mil quinientos años.

Redepente, la cosa se empezó a complicar.

Aparecieron criaturas que empezaron a cuestionarme, incluso a atacarme.

Claro que sus recursos, por lo menos al comienzo, eran muy limitados, pero con el tiempo se fueron perfeccionando, y como yo no tenía un objetivo concreto, sino que lo único que me interesaba era expandirme para crear y conocer, para hacer algo, me convertí en un generalista, una especie de hombre del Renacimiento, de esos que hacían un poco de todo pero no se especializaban en nada.

Por el contrario, en algunos de los reinos olvidados, había personas obsesivas que se empecinaban en hacer algo cada vez mejor, y, como estamos hablando ya de un número infinito de reinos para mi desconocidos, no es de extrañar que en alguno de esos se haya gestado la idea de que lo mejor que podían hacer era destruirme, para así quedarse con todo.

Pobres ilusos. No se daban cuenta de que yo los había creado. 

O tal vez sí...

Cuando me di cuenta de eso, me preocupé.

Pensé: "no sea cosa que estos pelotudos se den un martillazo en la cabeza y acá no quede nadie".

Ahí fue que decidí dividirme en infinitos yoes y visitar todos mis dominios, que yo sabía que eran yo mismo, pero como hacía rato que no los recorría ni me acordaba de su existencia.

Amor, yo sé que esto puede parecerte un poco complejo, pero te pido que tengas paciencia, porque todavía estamos en la introducción y lo que te estoy contando es ni más ni menos que el origen del universo.

Hay científicos que darían lo que no tienen por conocer esta información.



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